Un viaje a Berlín marcó el destino de Andrés Gallardo (Murcia, 29 de enero 1977). El diseñador compró allí en un mercadillo una caja de figuras de porcelana, algunas de ellas medio rotas. Fragmentos que le inspiraron para crear joyas de porcelana únicas e irrepetibles en “una minicolección de collares y colgantes, que se hacían de una en una y en tiradas muy limitadas. Llamó mucho la atención y tuvo muy buena acogida”, explica Marina Casal (A Coruña, 1 de junio 1981). Con tal comienzo, ambos se animaron y se tiraron a la piscina. En 2011, dejaron su empleo como asalariados (diseñando para firmas de moda) y se juntaron para crear una marca propia: ANDRESGALLARDO.
Sin experiencia en el mundo de la porcelana ni en el de la joyería, pero sí en diseño y criterios de calidad, continuaron en la misma línea: “Lo que hacíamos era seguir buscando figuras existentes para hacer miniproducciones. Por ejemplo, íbamos al rastro a buscar. Allí una vez encontramos una tirada de 20 panteras negras y otras formas y las que no estaban rotas las rompíamos como podíamos”. Hoy, este animal es una de las piezas clásicas de su catálogo y una de las más vendidas.
Todo esto sucedió cuando el trabajo artesano no estaba tan valorado en España como ahora: la firma ANDRESGALLARDO triunfó antes fuera de nuestras fronteras que aquí, “todo nuestro cliente era internacional”, señala Marina. Ganar el concurso de la feria Première Classe en París les permitió exponer sus piezas allí y supuso un punto de inflexión. “Ahora, la artesanía se valora mucho y se entiende, pero en ese momento no se tenía esa inquietud y nuestros precios resultaban altos”. En esa primera etapa, forjaron relaciones con tiendas y museos de otros países, como Paul Smith en Reino Unido, The Ooak, The Beast en China o el MET (Metropolitan Museum of Art) de Nueva York.
Con el negocio en marcha y a toda vela, se dieron cuenta de que no podían trabajar con esa limitación de tirada. “Buscamos un taller que reprodujera piezas y encontramos una fábrica en Portugal que estaba medio cerrada por la crisis y ahora forma parte de nuestro equipo”. Andrés y Marina van con ideas y el maestro artesano, Francisco, da la forma. “Conectamos sus manos con nuestras cabezas y nos ponemos a modelar con él”. Luego, reproducen las creaciones en prototipos de barro y de ahí sacan el molde con el que la replican. Esto posibilita disponer de piezas en stock y también atender encargos de modelos de temporadas anteriores.
Con el tiempo, añadieron a las joyas partes de metal (más allá de los enganches y los cierres) y ahora también disponen de su propio taller de joyería, del que se ocupa Juan Carlos. “Somo un equipo de cinco personas. Andrés lleva más el peso de la parte creativa, junto conmigo, aunque yo me enfoco más en la estructura de las colecciones”, precisa Marina.
Muy influenciados por el arte y referencias de diseño, también les inspiran para su trabajo los viajes, un paseo por la ciudad, personas de Instagram y Tik Tok o cualquier cosa que les llame la atención. No producen de forma estructurada completamente: cualquier nueva idea que les enamora es bienvenida y la colección cambia de rumbo.
En 2014, tres años después de empezar, se atrevieron con el diseño de bolsos con cerámica integrada. Un paso más en su trayectoria. “Habíamos introducido la piel en las joyas y no gustó mucho el contraste entre los dos materiales, que son muy opuestos en cuanto a textura, brillo… Primero lanzamos dos modelos pequeños y pasaban bastante desapercibidos. Ahora tienen su vida propia y algunos clientes son muy fans de los bolsos, sobre todo en el mercado asiático”. La apertura, en 2018, de su local en el Barrio de las Letras, y la pandemia, impulsaron la marca en nuestro país. Hoy, ya no distribuyen en tiendas multimarca, como antes, sino que “el negocio está en las tiendas y en la venta online propias”.
Con China, Estados Unidos y España como principales mercados, en el primero prefieren sobre todo bolsos (“se ha vinculado la marca con la simbología animal”), mientras que en los otros las joyas. Desde los inicios, los animalitos han predominado en sus creaciones. “Al principio, encontramos unos conejitos de porcelana y los transformamos en una edición limitada de collares y anillos. Siempre nos preguntaban por él y, desde entonces, el conejo es una colección de continuidad, se ha convertido en el símbolo de la marca”. Otro de los productos estrella es un collar con la pantera negra y una flor blanca, lleva 12 años vendiéndose y continúa.
Para esta temporada, acaban de lanzar la colección cápsula Hands and Hearts, con manos como protagonistas, en una extensión de la colección de continuidad con esta misma figura, y corazones como elemento, si bien “la gran novedad son algunas piezas solo de metal”. También estrenan la colección Earrings Recollet, una reedición de los pendientes más icónicos de la firma. Para el verano que viene, Marina adelanta que vendrá muy floral y colorido. Esto último, para ir más allá del blanco, supone para ellos todo un reto de experimentación, una mecánica que llevan en su ADN de artesanos contemporáneos.