Hay maneras, y maneras de llegar a un campo de golf. En algún lugar de África tienen que subirte en helicóptero hasta uno de los tees, y en otros mucho más cercanos, en nuestro país, se puede llegar en barco contemplando una espectacular bahía. Pero lo de coger una telecabina de esquiadores con tu bolsa de palos al hombro sobrevolando una pista del Campeonato del Mundo de Slalom, digamos que tiene un glamour especial. En solo unos minutos se alcanza la cota de 2.250 m donde se encuentra el punto neurálgico de la estación de esquí andorrana de Grandvalira Soldeu. El hormigueo habitual de esquiadores, cursillos, monitores y telesillas es ahora un remanso de paz cuyo único sonido es el tolón-tolón de las lustrosas vacas que pastan en los alrededores. El paisaje podría haber inspirado perfectamente la serie infantil Heidi.

Allí mismo, en la Escuela de Esquí habilitada como ‘casa-club’ recogemos los green-fees y un par de canastos de bolas para practicar antes de salir al campo, lanzándolas desde un lugar no apto para personas con vértigo: una visera que se asoma al vacío y desde la que se lanzan las bolas ladera abajo. “Es un campo especial por la altura en la que se encuentra, es el más alto del sur de Europa y la peculiaridad que tiene para jugadores amateurs es que el vuelo de la bola es bastante mayor que a nivel del mar, cosa que te permite disfrutar un poco más”, comenta José Luis Bonet, director de Sport Hotel Hermitage & Spa, único cinco estrellas de Andorra. Más o menos, en estas altitudes con un hierro 8 se hace la misma distancia que con un hierro 6 en la costa. Ese mantra tan repetido por los jugadores de este deporte “dale suave que llegarás más lejos”, aquí se multiplica dando la sensación de que la bola vuela, y vuela, y vuela…

El recorrido tiene 9 hoyos, con par 33. Solo un larguísimo par 5 de casi 500 metros por 4 pares 4, y 4 pares 3 que suman una distancia de 2.590 metros desde barras amarillas. Calles perfectamente cuidadas con buen espesor de hierba y greenes tupidos, de velocidad lenta pero francos en sus caídas. “Es un campo que tiene su parte rústica pero que puede llegar a ser complejo, tiene su ‘qué’, ya que no hay prácticamente ningún golpe en plano. No es ni corto ni largo, pero es un challenge muy agradable de jugar que deja gratamente sorprendidos a los jugadores del resort que vienen por primera vez”, comenta Bonet mientras se dispone a lanzar su bola desde el tee del hoyo 7, un par 3 con barranco entre medias, out por la izquierda y un estrecho y alargado green; uno de esos hoyos desafiantes capaces de intimidar a jugadores de hándicaps bajos. Al segundo intento la coloca a un par de metros de la bandera con opciones de hacer un boggie.
Diseñado por el británico Jeremy Pern e inaugurado en 2008, el campo tiene dos partes diferenciadas. La primera, del hoyo 1 al 4, que los jugadores locales llaman ‘el Tourmalet’ por las cuestas que hay que descender y luego recuperar en el 3 y 4 hasta alcanzar de nuevo la plataforma donde se encuentran las instalaciones de la cota 2.250 m (se hace recomendable ir en coche eléctrico). La segunda, del 5 al 9, con las complicaciones del mencionado hoyo 7 y la larga distancia del 8 (par 5 de casi 500 metros en subida), el hándicap 1, es decir, el más difícil. “Estamos jugando a golf en una estación de esquí, sobre pistas de esquí que están cubiertas entre cinco y nueve metros de nieve durante cuatro meses; en un mes se funde y se retira y un mes después el campo está verde”, comenta Bonet. “¿Cómo sobreviven los greenes bajo la nieve?”, le pregunto. “Los cubren con arena para protegerlos. Cuando subes aquí el 1 de junio, el campo ya está completamente verde, y a finales de ese mismo mes se abre para jugar. Los greenes muy rápidamente están en unas condiciones bastante aceptables para lo que es un campo de montaña”, explica. En ese momento una simpática marmota sale a nuestro paso y se esconde en su madriguera, bajo tierra (lo mismo que los greenes para sobrevivir en invierno).

El principio marketiniano de la escasez hace de esta experiencia golfística un hecho todavía más atractivo: solo se puede jugar durante tres meses, todo un campo pop-up, un fenómeno de la naturaleza y del empeño por el hombre de completar la oferta del resort: “Tenemos la misma relación con el campo de golf en verano que la que tenemos con la estación de esquí en invierno. El entorno en el que está el campo, la temperatura, la tranquilidad es un elemento diferenciador de la oferta de verano que ayuda a desestacionalizar el negocio de la nieve con un volumen mucho menor pero que va creciendo año a año. Y es otra oferta más añadida a las que tenemos de gastronomía, spa y actividades en la montaña. En verano, el paquete green-fee de golf [a partir de dos noches de estancia, el green-fee está incluido] es el más vendido después de la habitación-desayuno”.

De vuelta al telecabina contemplamos el espectacular valle y la vertiginosa pista de esquí, con el estrepitoso y pronunciado ‘escalón’ final que la ha hecho famosa. No puede haber un mejor ‘hoyo 19’ que el que espera abajo: la terraza del restaurante Sol i Neu o la recoleta piscina con su famosa barbacoa, para recuperar energías y tomar la proverbial y merecida cerveza que suele rematar este juego. Aunque tampoco está mal la opción del recorrido por las piscinas termales del spa, donde encontrar consuelo a los malos golpes y contemplar la vida desde esa atalaya tan placentera que es el Hermitage, se sea o no jugador de golf. Y rematar con la cocina de Francis Paniego en el restaurante de alta cocina Ibaya o la exquisitez japonesa de Hideki Matsuhisa, en Koy, ambos en el resort.
Más información en www.sporthotels.ad Tel.: +376 870 550











Datos del campo
Apertura: del 23 de junio al 24 de septiembre.
Horarios: de 10.00-18.00 h.
Ubicación: Pla d’Espiolets, Soldeu (Andorra).
Acceso: telecabina de Soldeu (Ctra. CG-2).
Longitud: 2.590 m.
Extensión: 16 has.
Características: 9 hoyos, par 33 (un par 5, 4 pares 4 y 4 pares 3).
Contacto. Tel.: +376 753188 casaclub@soldeu.ad
Precio: 51€.