Sheila Blanco, el arte de transmitir

Música

Sheila Blanco, el arte de transmitir

La compositora, pianista, cantante y divulgadora es una de las artistas más polifacéticas del panorama musical.

Sheila Blanco (Salamanca, 25 de enero de 1982) tiene un don -impulsado por múltiples talentos- que va más allá de las 88 teclas de su piano. Es una comunicadora nata. Por eso no es de extrañar que en su trayectoria haya escogido como sus herramientas el periodismo y la música. A través de sus canciones, la artista narra episodios musicales de nuestra historia colectiva y traslada a su público todo el valor de esa herencia cultural, de manera que su facilidad para transmitir destaca por encima de la propia curiosidad que la lleva a investigar y descubrir a su audiencia, la obra y vida de grandes artistas que nos precedieron.

Desde pequeña se formó en canto y piano clásico en el conservatorio de su ciudad natal, y su amor por la comunicación y su facilidad para la palabra la llevaron a estudiar Comunicación Audiovisual en la Universidad Pontificia. Durante un tiempo compaginó ambas profesiones. Tras cuatro años como redactora internacional en las emisoras de Cadena Ser para Latinoamérica en Madrid, Sheila tomó una decisión: apostar por su carrera artística. 

El estudio de las diversas técnicas de canto la han llevado a poner su voz en proyectos de jazz o tango argentino. Y, recientemente, su investigación la ha llevado a musicalizar y visibilizar la obra de las poetas del 27, reivindicando la vida y obra de las mujeres olvidadas –y silenciadas– que formaron parte de esta generación literaria. La artista, recién llegada de una gira por Centroamérica y el Caribe, atraviesa fronteras para llevar a su público más allá de Lorca o Cernuda y nos acerca a las Sinsombrero, artistas e intelectuales que reclamaban autonomía, independencia y una formación intelectual igual a la que gozaban los hombres de su época. 

Hace un tiempo, tras consolidar su carrera artística, volvió a los medios de comunicación. Quizás (probablemente la conozca por sus famosos Bioclassics, una serie de biografías de Bach, Mozart o Beethoven, cantados sobre sus más icónicas melodías. La magnitud de su éxito le valió el reconocimiento internacional. Si no usa Instagram, probablemente la haya escuchado en la radio. Suele colaborar en la Cadena Ser, ha sido vocal coach en el programa de televisión, La Voz Kids y colabora en el programa de Movistar Plus de cine Ver-mú de Movistar Plus. Esta pianista, compositora, cantante, divulgadora cultural y cinéfila es uno de esos talentos a los que se debe seguir.

En la imagen superior, la artista dibuja algunas melodías sobre un piano de cola. Sobre estas líneas, Sheila Blanco en una de sus actuaciones.

Pregunta. Vayamos al origen, sobrevivió al conservatorio amando la música hasta el día de hoy. ¿Cómo lo logró?

Respuesta. La música está por encima de todo. Eso incluye a profesores excesivamente rigurosos y momentos traumáticos, como los tribunales de los exámenes, que dan demasiado peso a la técnica y muy poco a la emoción y a la espiritualidad. Yo sentía y me dejaba atrapar por la música, pero reconozco que la ortodoxia de los conservatorios nunca me convenció. Por suerte, el amor a este arte no lo tenía totalmente asociado al conservatorio, que fue donde descubrí la música clásica, sino a través de las canciones que nos cantaba mi madre y los discos que nos ponía mi padre. Sin embargo, durante mucho tiempo tuve una relación amor-odio con el piano porque si bien me encantaba sentarme a tocar canciones que me gustaban, todavía tenía esa cosa dentro de mí de cuando me decían:¡siéntate así con la espalda recta!, y ¡Esto no se debe tocar así!…, entonces me costó reconciliarme con el instrumento, pero ya no dejo que esa rigidez me invada.

P. Tiene 123.000 seguidores en Instagram, 97.000 en Twitter… Sus Bioclassics se hicieron virales, ¿quién es su público? 

R. Tengo un público muy heterogéneo, porque mis disciplinas también lo son. Yo soy una persona multidisciplinar y tengo varios proyectos, aunque el que más popularidad me ha dado fue el de divulgación de música clásica. Cantando a las poetas del 27 ha hecho que se me acerquen muchos amantes de la literatura. Y también hay gente que me conoce de los medios de comunicación, donde llevo ya varios años trabajando, como ChanChanChan, mi sección en La Ventana. Pero en realidad, mi perfil es justamente el que no se fomenta en las redes sociales. Siempre te aconsejan que si quieres ganar seguidores, debes ser muy homogénea en el contenido que generas. Yo creo que mi perfil es diferente, pero no creo que hay que ser esclavo de un contenido que funciona si a ti no te gusta generarlo. Entonces, no voy a dejar de crear contenido sobre otros proyectos pese a que los Bioclassics sean los que más funcionan. 

P. A propósito de esto, ¿Los bioclassics han atraído al público joven ?

Yo nunca generé contenido pensado para niños, pero ha funcionado sorprendentemente bien. También lo han escuchado muchos profesores de colegio y de conservatorio. Hay niños que se los aprenden de memoria y esto me ha hecho muy feliz porque gracias a los reels muchos pequeños le han dado una oportunidad a la música. En los teatros mi público suele ser gente entre 30 y 45 años con un cierto nivel literario, pero cuando doy conciertos de Bioclassics hay siempre muchísimos niños en la audiencia.

La cantante, Sheila Blanco, comenzó a investigar desde el año 2016 para su proyecto Cantando a las mujeres del 27.

P. Muchos seguidores también puede implicar uno que otro hater, sobre todo cuando se habla de franquismo, Guerra Civil, feminismo…

R. Yo creo que Cantando las poetas del 27 no goza de tanta popularidad como otros proyectos que tengo y por suerte a día de hoy no he tenido ningún hater. Por el contrario, el proyecto atrae a muchas personas con las que comparto el gusto por la poesía, la musicalización y la necesidad de reivindicación.

P. A propósito de las poetas, ¿cómo fue ese proceso creativo?

R. Descubrí a estas mujeres gracias a otras mujeres. A través del trabajo de Tania Balló sobre las ‘Sinsombrero’ o de Pepa Merlo, una filóloga de Granada que hizo una antología estupenda. Comencé desenterrando sus poemarios y sus vidas desde sitios bastante inhóspitos. Fue una verdadera arqueología literaria, donde tuve que rebuscar en librerías de segunda mano o instituciones que gestionan sus legados. Sinceramente, no ha sido nada fácil encontrar información de estas artistas, pero ha merecido mucho la pena porque yo quiero que la gente goce del legado de las poetas y los poetas por igual

P. ¿Por qué es importante reivindicar el legado de Ernestina de Champourcin, Pilar de Valderrama, Margarita Ferreras y tantas otras?

No es lógico que ellas no formen parte del panorama literario cuando el talento no tiene sexo. Lo que ocurre es que una ideología machista tapa todo el legado femenino por el simple hecho de ser mujeres, escriban bien o mal y eso es una injusticia. Además, creo que es importante que ambos sexos de las nuevas generaciones tengan referentes femeninos. No conocer a las mujeres significa ignorar a la otra mitad del mundo. Así, que fue mucho aquello que me apeló directamente para llevar a cabo este proyecto, aunque yo nunca pensé en grabar un disco. Finalmente, lo que al principio fue un impulso se acabó convirtiendo en el compromiso de hacer algo que nunca se había hecho con estas artistas a las que nunca se les había cantado antes, simplemente porque nadie las conocía. 

P. Visibilizar el legado para el enriquecimiento colectivo…

R. Llevo tres años girando con este proyecto y ha generado mucho interés. En mis conciertos hablo mucho sobre sus vidas… Creo que es importante hacer una pequeña contextualización de quién era esta persona, de su historia y por supuesto, de qué hablan sus poemas… Claro es algo que no necesitas hacer si haces un concierto sobre Federico García Lorca, pero sobre Concha Méndez o Elisabeth Mulder, todavía sigue siendo necesario. 

La artista, Sheila Blanco, es una comunicadora polifacética que posee la cualidad de hacer que públicos de todas las edades se enamoren de la música y de su historia.

P. El enriquecimiento colectivo también es el acceso democrático a la cultura, algo que en Centroamérica es un bien escaso, ¿Cómo fue su experiencia en estos países?

R. La recepción fue maravillosa, pero el viaje fue agridulce. Es innegable que los seres humanos somos iguales a ambos lados del mundo: eminentemente culturales y sensibles ante las bellas artes. Lo que pasa es que algunos han tenido la suerte de preservar la sensibilidad artística y la cultura y en otros países esto no se ha hecho. Yo he vivido momentos muy emocionantes en Tegucigalpa (Honduras), San José (Costa Rica), San Salvador o Ciudad de Guatemala. La gente está ansiosa por disfrutar del arte. Además, todos estos países tienen una gran riqueza cultural propia que nunca se ha explotado y nunca se ha valorado debido a un constante maltrato político y eso me dio mucha pena conocerlo en primera persona.