Cuando en 2009 Stefano Boeri ideó, y construyó, dos rascacielos residenciales en Milán con las fachadas alfombradas de bosques, la gente pensó: “¿Está loco?”. Hoy es habitual toparse en muchas ciudades con edificios revestidos de plantas en orientación vertical, se han integrado con naturalidad en las urbes. Sigue en ello. Y en montar un corpus filosófico social sobre la sostenibilidad, como su Green Obsession, que acaba de ganar el Premio Acción ODS de las Naciones Unidas entre más de 5.000 proyectos teóricos de 190 países presentados. ¿Su objetivo? Mejorar la relación entre la naturaleza y el diseño y desarrollar los principios de la forestación urbana. Nacido en Milán en 1956, es licenciado en Arquitectura y doctorado en Planificación Territorial en el Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia, entre muchas otras ocupaciones. Charlamos con él.

Pregunta. ¿Cómo ve su ciudad, Milán, desde el punto de vista urbanístico?
R. Está sin duda atravesando un importante período de transformación. Hace unos quince años, cuando la atención a los problemas ambientales no era tan fuerte, propusimos el proyecto Metrobosco, que preveía la conexión de áreas verdes alrededor y dentro de Milán. Hoy, otro desafío al que necesariamente debe mirar es la intervención sobre sus vacíos urbanos, sobre todo la transformación de los siete antiguos parques ferroviarios abandonados. Es una oportunidad única para la regeneración urbana y para hacer de Milán una ciudad más verde y accesible. El municipio está haciendo políticas importantes de vivienda social y ese es el camino a seguir.
P. ¿Por qué estudió arquitectura?
R. Lo decidí cuando fui con mi madre, que era arquitecta, a visitar el Instituto Salk de Louis Kahn en La Jolla, California. Tenía diecisiete años y recuerdo que fue una especie de iluminación. Caminando por los departamentos de la universidad, llegabas a un promontorio con vista al océano. No podías ver el mar, pero te impregnaba todos los sentidos, excepto con la vista. En ese momento comprendí el poder de la arquitectura.

P. ¿Qué maestro le ha dejado huella?
R. Bernardo Secchi, quien en los 90 decía que en una caminata de 500 metros había que encontrarlo todo. Los profesores eran, entre muchos otros, Vittorio Gregotti, Bernardo Secchi, Gino Valle, Paolo Ceccarelli; allí estaba un pedazo de la historia de la arquitectura y el urbanismo.
P. También estudió en Venecia… ¿Cómo ha cambiado esa ciudad?
R. Hay muy buenos ejemplos de intervenciones contemporáneas en Venecia. La remodelación del área industrial en desuso de Junghans en Giudecca, realizada por Cino Zucchi, por ejemplo. En los últimos años la ciudad ha visto una despoblación de residentes permanentes en el centro, como ocurre también en Florencia, Roma y Milán, principalmente por el fenómeno de los alquileres temporales, mucho más que de la especulación inmobiliaria. Muchas ciudades –San Francisco, Madrid, Ámsterdam– se han puesto a cubierto, con reglas y límites a este fenómeno, ayudando a revitalizar centros históricos en peligro.

P. ¿Cómo valora los edificios que se crean últimamente en las grandes ciudades?
Lo cierto es que una arquitectura ganadora es aquella que desplaza hacia adelante el equilibrio formal de la ciudad. Tomemos como ejemplo Milán, una ciudad que ha sido capaz de aceleraciones inesperadas en la evolución de su tejido urbano. Ninguna de estas arquitecturas ha sucumbido al formalismo. Me gusta pensar que el Bosco Verticale, con su paradójico reclamo de traer cientos de árboles a vivir en el cielo, también puede ser parte de esta ecléctica familia.
P. ¿Cuándo se dio cuenta de que la naturaleza, el medio ambiente, los jardines, iban a ser parte fundamental de sus proyectos, edificios, planes urbanísticos?
La idea de construir una torre completamente rodeada de árboles se originó a principios de 2007 en Dubái cuando, como redactor jefe de Domus, seguía la frenética construcción de una ciudad en el desierto formada por decenas de nuevas torres y rascacielos, todos cubiertos de vidrio, cerámica o metal. Todos reflejando la luz del sol y por lo tanto generando calor: en el aire y sobre todo en el suelo urbano, habitado por peatones. Pieles de vidrio y minerales en una ciudad cada vez más artificial y mineral. En esos meses estaba iniciando el proyecto de dos torres en el centro de Milán y se me ocurrió hacer dos torres biológicas; dos torres cubiertas no con vidrio, sino con hojas. Dos torres cubiertas de vida. Tal vez nació de la novela de Italo Calvino El barón rampante. De este libro, leído cuando era niño, en el que esa idea de arquitectura de la biodiversidad se convirtió en una obsesión fértil que funcionó dentro de mí durante años. En el mundo imaginario que Calvino nos invita a compartir Cosimo, su protagonista, vive en los árboles y desde arriba, a través de las hojas y las ramas, nos ofrece una percepción diferente del espacio, las relaciones sociales y la historia.

P. Eso, aplicado a la realidad…
R. Restablecer el equilibrio de fuerzas, integrar la naturaleza viva en los edificios y, sobre todo, en las ciudades es una necesidad real. Las grandes urbes tienen la oportunidad de convertirse en parte integral de la solución al cambio climático y los problemas ambientales que afectan nuestra vida diaria, al integrar la naturaleza, preservar la naturaleza existente y aumentar la biodiversidad. El tema de las energías renovables ya no es suficiente, hay que combinarlo con la forestación urbana. Es la opción más efectiva, económica e inclusiva para devolver el espacio a la naturaleza, multiplicar la biodiversidad y contrarrestar los efectos y las causas profundas del cambio climático.
P. ¿Cuáles son las bases de un urbanismo humano? Después de todo, una ciudad o pueblo es un lugar donde la gente vive, crece, trabaja, se mueve, nace y muere…
Me gusta hablar de un archipiélago de caseríos rodeados de verde, con servicios esenciales para los ciudadanos accesibles en un tiempo limitado. En París, Madrid, pero también en Milán, la gente está tratando de pensar en la ciudad de 15 minutos (un concepto desarrollado por el urbanista Carlos Moreno e incluido en el programa de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo: prevé reorganizar los espacios urbanos para que los ciudadanos puedan encontrar a 15 minutos a pie de su casa todo lo que necesitan) que tiene como objetivo organizar las actividades humanas en torno a la experiencia del tiempo. Con el experto en movilidad Federico Parolotto estamos preparando un proyecto para Milán que demostrará una forma diferente de pensar sobre la movilidad urbana, al menos esa es mi esperanza.
P. ¿En qué consiste la iniciativa Oasis Urbanos Verdes?
R. Se inspiró inicialmente en otra iniciativa pionera a gran escala surgida de un enfoque transnacional y multisectorial, La Gran Muralla Verde, coordinada por la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Entre los países que participan en la lista preliminar, en Asia y el noreste de África: Cabo Verde, Namibia, Sudán del Sur, Afganistán, Mongolia, Chad, Jordania y Túnez. La idea clave es convertir las ciudades de tierras secas en oasis urbanos verdes, fortaleciendo su adaptación a través de la implementación e integración de estrategias de silvicultura urbana y reverdecimiento urbano para lograr resiliencia alimentaria, sanitaria, ambiental y económica.
P. ¿Qué proyectos tiene ahora entre manos?
R. Stefano Boeri Architetti está involucrado en 77 proyectos en 28 países. En cuanto a la evolución del prototipo de bosque vertical, una de las perspectivas que más nos intriga y nos complace explorar es la maximización de la madera en las estructuras arquitectónicas, que estamos desarrollando tanto en Milán como en París. El objetivo final es lograr una estructura completamente de madera. En cuanto a proyectos de gran envergadura, estamos inmersos en planes urbanísticos con una fuerte connotación social, como la reconstrucción de varios municipios del centro de Italia que se han visto gravemente afectados por los terremotos de los últimos años. También estamos trabajando en grandes proyectos de renovación urbana, ayudando a las ciudades a ser más resilientes y sensibles al cambio climático, por ejemplo, en El Cairo, Dubái, Cagliari y otras ciudades italianas.


