La naturaleza y belleza características de Chile –sin olvidarnos de sus gentes– son los motores de Hualle, unos remos hechos y pintados a mano por artesanos del sur del país que están volviendo a encandilar este año en Maison et Objet (del 8 al 12 de septiembre en París), la feria francesa de diseño de interiores.
Esta es la tercera vez que Hualle participa en la prestigiosa cita, lo que representa un gran orgullo para Matías Arévalo, uno de los socios del proyecto. “Ser la primera empresa chilena en estar aquí es de suma importancia. Esta es una de las vitrinas más importantes del mundo y nos permite llegar a más gente y expandir nuestra propuesta de un trabajo más consciente y respetuosa con el entorno“, explica.
La marca, fundada en 2014 junto a Fernando Jiménez y Mario Coloma, nació de una inquietud compartida por diseñar objetos de madera capaces de promover –y proteger– el patrimonio de la zona y el legado de las futuras generaciones. “Los artesanos de Hualle son las personas que dan vida al producto, los responsables de cuidar los bosques con los que trabajan, velar por transmitir el legado de las técnicas artesanales y el oficio de la carpintería de generación en generación y los artífices de generar piezas de primera calidad“, indica Arévalo.
El uso de estos remos es principalmente decorativo –no se recomienda remar con ellos por su peso (900 gramos aprox.) y el posible deterioro de la pintura– y cada pieza es diferente a la anterior: “Los años de la madera y la relevancia que han tenido en el desarrollo de los pueblos, el trabajo a mano de principio a fin, el cuidado de los detalles, la elección de los colores y de las vetas ayuda a crear una historia única que se relata en el recorrido visual de la pieza final y luego pasa a contar una nueva al ser parte de otro lugar, el que le dan sus dueños”.
Pura artesanía
El proceso de producción comienza en los bosques del sur de Chile, específicamente en Liquiñe, donde los artesanos, tras dedicar más de dos años a secar la madera recuperada, comienzan el tallado a mano. Todos sus modelos se realizan con la ‘machihua’, una pieza de acero curva de bordes afilados en ambos extremos, y cada remo es único, ya que ninguna madera ni ejecución es igual que la anterior. “El trabajo a mano permite imprimir un sello único al resultado final de nuestros productos. El trabajo en su totalidad se caracteriza por ser lo más distante a un proceso industrializado”, añade Arévalo.
Maderas únicas y sostenibles
El oficio de trabajar la madera artesanalmente en Liquiñe es único en el mundo, principalmente por las características geográficas y demográficas que enmarcan su desarrollo. Hoy en día Liquiñe es una de las 8 ciudades más artesanales de Sudamérica, distinción que es otorgada por la World Craft Council (WCC), una organización sin ánimo de lucro encargada de reconocer y promover la artesanía a escala internacional y fomentar el contacto entre artesanos de diferentes países.
Las maderas empleadas en los remos Hualle son autóctonas de la zona –mañío, raulí hualle, radal, coihue…– y se obtienen exclusivamente de bosques protegidos después de que los árboles hayan caído o no permitan el crecimiento de la masa forestal en su conjunto. Actualmente, sus artesanos se encargan de garantizar los planes de manejo forestal de bosque nativo otorgados por entidades locales de Chile: “A este proceso buscamos sumarle una certificación internacional que nos permita ir un paso más allá en el cuidado de la naturaleza”, añade Arévalo.
Para lograrlo, confiesa que han iniciado un trabajo colaborativo con los artesanos de Liquiñe, las instituciones locales, la academia, los gremios, propietarios y la FSC (Forest Stewardship Council) para avanzar en el desarrollo de un programa pionero en Chile, que consiste en implementar técnicas que permitan la certificación del manejo de bosques familiares, comunitarios y de baja intensidad en la región. “Es nuestra manera de rendir tributo a esta inspiradora tierra al sur del mundo”, apunta.
Iconografía
La razón por la que los remos están pintados a mano, según explica, es que creen que “los mensajes gráficos, más allá de las palabras, tienen un gran valor porque pueden permanecer en la memoria colectiva de las personas durante mucho más tiempo y contribuyen a enriquecer y complementar la realidad que nos rodea”. Para ello se inspiran en las banderas y símbolos del pueblo mapuche, que representan o identifican a personas, lugares y territorios “y se utilizaban en diferentes tipos de actividades políticas, espirituales y sociales”. “Lo que nos mueve es avanzar, sin olvidar ni dejar atrás parte de nuestros orígenes”, concluye Matías Arévalo.