Alejandro Aravena, el Pritzker de la vivienda social

Interiorismo

Alejandro Aravena, el Pritzker de la vivienda social

Dialogamos con el arquitecto chileno durante su último viaje a Madrid, donde debatió junto a Norman Foster los desafíos de la construcción asequible.

Hay una frase que resume la forma que tiene el arquitecto chileno Alejandro Aravena (Santiago de Chile, 22 de junio de 1967) de entender su oficio: “Yo no me levanto con la idea de hacer un edificio; alguien lo tiene que necesitar”. La pronunció en su discurso de agradecimiento tras ganar el premio Pritzker en 2016, considerado el Nobel de la Arquitectura.

Conocido por su amplia trayectoria en obras privadas, públicas y de educación en Chile, Estados Unidos, México, China y Suiza, Aravena destaca sobre todo por la construcción de vivienda social. Frente a los proyectos de relumbrón, su prioridad es identificar los problemas de la gente más desfavorecida. Al frente del estudio Elemental (fundado en 2000), su prestigio como arquitecto se basa en su capacidad para trabajar desde la escasez. Como señaló el jurado que le concedió el Pritzker, “personifica el renacimiento de un arquitecto comprometido con la sociedad”.

Foto Alejandro Aravena
El arquitecto chileno Alejandro Aravena durante su reciente encuentro con Norman Foster en Madrid el pasado 16 de noviembre.

Nos recibe una lluviosa tarde de noviembre en la sede de la Norman Foster Foundation, un señorial edificio del barrio madrileño de Chamberí. A sus 55 años, luce una cabellera indomable cubierta de canas que le da un aire de rock star. Al día siguiente mantendrá una charla con Mr. Foster sobre los desafíos de la vivienda asequible en ciudades de diferentes contextos a nivel mundial. Experto en “economía creativa”, él se ha forjado construyendo cientos de viviendas “incrementales”; es decir, aquellas que pueden ampliarse en función de las necesidades de sus dueños.

Justo el día de nuestra cita los medios se hicieron eco de una tremenda noticia: la población mundial había alcanzado los 8.000 millones de habitantes. Para 2030, ONU Habitat (Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos) calcula que 3.000 millones (aproximadamente el 40%) necesitarán acceder a una vivienda adecuada. “Nunca antes en la historia nos habíamos enfrentado a un reto de esta naturaleza”, afirma con preocupación Aravena, que en 2020 fue nombrado presidente de jurado del Premio Pritzker. Divorciado y padre de tres hijos, entre sus últimos proyectos está un memorial para una comunidad Mapuche en el sur de Chile y el museo The Art Mill en Doha (Catar), aún por realizar.

Foto Centro Innovación de Alejandro Aravena
‘Centro Innovación’ de Alejandro Aravena. Este proyecto en Santiago de Chile (2011-2014) se diseñó con el fin de promover el encuentro entre la Universidad y el mundo de la empresa. 

Pregunta: ¿Qué percepción tiene de Madrid desde un punto de vista arquitectónico?
Respuesta: Apenas he estado un par de veces antes… Para lo que yo la uso, el hecho de que pueda moverme fácilmente a pie o en transporte público, que tenga una serie de servicios gratuitos o cuente con parques cerca de casa, ya la convierte en una ciudad habitable. Tal vez el lugar donde vives no sea gran cosa, pero si cruzas la puerta y la ciudad te entrega calidad de vida, al final es un sistema muy redistributivo.

P: ¿Ve muchas diferencias entre Madrid y su ciudad, Santiago de Chile?
R: Son dos planetas distintos. En Santiago, la inequidad queda reflejada en la ciudad como una experiencia cotidiana abrumadora. Un tercio de sus habitantes vive con estándares de primer mundo, mientras que tres cuartos viven instalados en el tercer mundo. Esta segregación continua explica por qué estamos reescribiendo la Constitución chilena, donde el acceso a una vivienda digna no se contemplaba como un derecho. Las reglas del juego generaron unas condiciones para nuestra sociedad donde demasiadas personas sintieron que el sistema no era justo. Lo más preocupante es que en estas periferias carentes de servicios, sus habitantes acaban acumulando rabia y resentimiento. Eso explica en parte la explosión social de Chile.

P: Nos enfrentamos a retos como la urbanización rápida y no planificada, el cambio climático, la crisis energética o la inmigración. ¿Qué puede hacer la arquitectura para ofrecer vivienda asequible en nuestras ciudades?
R: Esta es una pregunta difícil que requiere calidad más que caridad profesional. La vivienda asequible no se puede resolver con filantropía. El desafío de la vivienda asequible se presenta hoy como una especie de jaque mate. Un millón de habitantes por semana se mueve hacia las ciudades en todo el mundo buscando oportunidades. En principio es una buena noticia, porque las ciudades son imanes para quienes buscan mejorar su calidad de vida. Pero la escasez de recursos disponibles es tan grande que nunca en la historia habíamos tenido un reto de esa naturaleza. A día de hoy, los arquitectos no tenemos conocimiento suficiente para solventar esta ecuación. Si no la resuelves, generas una bomba de relojería política y social; pero si la resuelves, te enfrentas a un problema medioambiental grave, porque los sistemas constructivos conocidos hasta ahora generan una huella de carbono que acabará con el planeta.

Foto Casa Tec Mexico
Alejandro Aravena construyó Casa Elemental (2021-2022) en Monterrey, México, recurriendo a materiales como hormigón armado, ladrillo de cemento y vidrio. Esta vivienda fue desarrollada para contribuir al proyecto solidario de los sorteos TEC, cuyo primer premio es esta casa. Por medio de la venta de décimos de lotería, el Instituto Tecnológico de Monterrey recauda recursos para becar a estudiantes que no pueden pagar por su carrera.

P: Usted se inspiró en las favelas para uno de sus proyectos más reconocidos: la construcción de viviendas dignas para cien familias en Quinta Monroy, un antiguo campamento informal situado en Iquique, una ciudad del desierto chileno…
R: Los asentamientos informales, como las favelas, lejos de mirarlos como lo que hay que evitar, es la demostración exacta de lo contrario: gente sin ningún tipo de ayuda es capaz de dotarse de un techo. La primera decisión que tomamos para abordar este proyecto fue mantener el terreno, evitando desplazar a los afectados a la periferia, donde el suelo es barato y conlleva marginalidad. Por otro lado, el subsidio de 7.500 dólares para cada familia permitía levantar, en el mejor de los casos, una casa de 36 m², la mitad de la superficie de una vivienda estándar de clase media. Haciendo un uso eficiente del suelo, nosotros entregamos la mejor mitad de la casa y ofrecimos apoyo técnico a las familias para realizar ampliaciones. Es lo que se conoce como arquitectura incremental.

P: ¿Qué entiende por buena arquitectura?
R: Aquella que es capaz de construir bien los lugares donde la gente vive. No es más complicado que eso, pero tampoco es más fácil que eso.

P: ¿Y por vivienda digna?
R: En corto, donde cualquiera de nosotros viviría. Cuando uno diseña una vivienda y se pregunta: “¿viviría yo ahí?”. Si las respuesta es sí, lo más probable es que sea digna. Por el contrario, si hago una vivienda teniendo en cuenta condicionantes de pobreza o falta de recursos pero yo me veo viviendo ahí, lo más probable es que no sea digna.

Foto Viviendas Monterrey
Viviendas Monterrey fue un proyecto chileno residencial construido por Aravena en México entre 2008 y 2010. El conjunto ocupa una manzana rectangular, con una hilera de viviendas en cada frente rodeando un patio y otra hilera enfrentada dejando paso para una avenida. Esta disposición permite hacer un uso eficiente del suelo y mantiene una escala urbana adecuada. 

P: Defiende su trabajo desde la escasez. ¿Esa carestía le viene de familia?
R: La mayoría de las vivencias que lo marcan a uno son involuntarias y bastante inconscientes. Visto en retrospectiva, viví en una familia de clase media donde no sobraba de nada. En casa le sacábamos leche a las piedras. Por suerte, mis padres heredaron una vivienda, se ahorraron la plata del arriendo y la invirtieron en educación. Gracias a una beca, yo pude estudiar en un colegio privado donde ellos trabajaban como profesores. Eso me facilitó cursar la secundaria y poder acceder a la universidad.

P: ¿Cuándo empezó a manifestarse su conciencia social?
R: En el tercer año de universidad teníamos un taller clave: hacer una casa unifamiliar. Nos daban libertad para escoger el cliente, con el sobreentendido de que su posición económica y social determinaría la calidad del proyecto. La mayoría escogió un filósofo, un cineasta, un artista… Yo preferí hacer la casa para un taxista.

P: ¿Y eso?
R: Ese taxista existía; se llamaba Morales y era amigo de mi padre. Le proyecté una casa en el centro de Santiago, no en un barrio suburbano. Conservé la fachada antigua, habilitando una entrada para que pudiera estacionar su auto dentro de la casa. Y no cuestioné que tuviera el refrigerador en el living, porque era una demostración de lo que esa persona había logrado en su vida. Desde ese proyecto, mi preocupación como arquitecto ha sido siempre la misma: la vida diaria de las personas que lo tienen difícil.

Foto proyecto Koyaüwe
El proyecto Koyaüwe fue encargado para la XVII Bienal de Arquitectura de Venecia (2021). Con esta instalación al aire libre, compuesta de un cilindro de troncos de madera de pino verticales y diagonales, Aravena trató de recuperar la tradición de los parlamentos, instancias de encuentro político entre caciques mapuche y representantes de los gobiernos colonial y republicano, donde entre los siglos XVII y XIX se mediaron conflictos y se instalaron fronteras. 

P: Sus cinco años de carrera coincidieron con los últimos coletazos de la dictadura de Pinochet. ¿Cómo le marcaron las protestas estudiantiles?
R: Creo que aquella etapa dejó en mí cierto poso de rebeldía. No podías contestar en una escala de grises; era blanco o negro, sí o no. Eso te obliga a aclarar tu mente. En el plano profesional, me considero bastante iconoclasta e intento escalar la pared más difícil. Tengo interés por resolver las cosas que aparentemente no tienen solución.

P: Su primera clase como profesor la dio en la Universidad de Harvard, en el año 2000. ¿No le intimidaba que allí impartieran clase arquitectos de fama mundial?
R: Por entonces daban clase allí figuras como Rafael Moneo, Rem Koolhaas y Herzog & De Meuron. ¿Por qué un estudiante querría escoger un taller como el mío frente a estrellas que han ganado el premio Pritzker?, me pregunté. Yo no tenía ninguna ventaja comparativa en arquitecturas icónicas o de alta tecnología, así que busqué mi nicho en una arquitectura basada en la escasez máxima. En realidad, era tremendamente ignorante en esa materia. ¡Ni siquiera sabía lo que era un subsidio! No obstante, mi primer taller no fue sobre vivienda social, sino sobre la vivienda de emergencia, la que se hace después de un desastre natural.

P: Como director del estudio Elemental, ¿de qué proyectos se siente más orgulloso?
R: La reconstrucción de la ciudad Constitución, arrasada por el terremoto-tsunami de 2010, fue muy desafiante para nosotros. En vez de un construir un rompeolas, lo que hicimos fue sembrar un “parque de bosques” en la costa para minimizar un nuevo tsunami. Más recientemente, construimos un espacio ceremonial en Loncoche, una comunidad mapuche del sur de Chile. Entre mapuches y chilenos hay un conflicto no resuelto, pero este lugar (una corona de estacas dispuestas en forma de herradura) está pensado para parlamentar.

P: ¿Sigue viviendo de alquiler?
R: Estoy remodelando un apartamento. No será nada especial: lo más destacable es su localización y la gran vista desde la terraza. ¡Espero que la arquitectura no lo estropee!

P: Hace años decía que no necesitaba casa propia: “Me importa mucho más que la distancia de mi casa a la oficina sea de una canción”.
R: Sí, aunque ya no me importa tanto la distancia entre mi casa y mi oficina. Me interesa más que esté cerca del colegio de mis niñas para que su vida de barrio se desarrolle a pie.

P: ¿A qué dedica el tiempo libre cuando no piensa en hacer edificios?
R: Básicamente, a ver documentales y leer biografías. Para ganar el último concurso me sirvió la biografía del piloto de F-1 Ayrton Senna. Cuando competía, no solo corría su carrera, sino la de todos sus contrincantes.