Durante su carrera, Frank Lloyd Wright (Richland Center, Wisconsin, 8 de junio de 1867 – Phoenix, Arizona, 9 de abril de 1959) llegó a firmar 679 proyectos –si contamos los que diseñó y no se llegaron a construir el número supera el millar– incluyendo casas, museos, lugares de culto y edificios públicos. Gran defensor de la sostenibilidad, su legado como uno de los arquitectos más influyentes e innovadores del siglo XX es indudable.
Mientras iconos actuales del mundillo como Norman Foster se centran en rascacielos y grandes edificaciones, Wright se decantó por el diseño de viviendas en lugares apartados en los que la naturaleza tiene un papel protagonista. Pionero de la arquitectura moderna desarrolló su propio estilo, “arquitectura orgánica”, que busca la armonía entre la construcción humana y el entorno natural. De su ingenio surgió la famosa “Casa de la Cascada”, construida sobre el río Bear Run de Pensilvania, considerada como una de las más bellas que ha producido la arquitectura moderna. Pero quizá su obra más conocida por el gran público sea el Museo Guggenheim de Nueva York.

El estado de Oklahoma en Estados Unidos cuenta a día de hoy con tres proyectos firmados por él: una torre de 19 pisos y dos mansiones. La más antigua del trío, Westhope, fue diseñada por el arquitecto en 1929 y está actualmente a la venta a través de Sotheby’s International Realty por 7.250.000 euros.
Ubicada cerca de la ciudad de Tulsa, se la encargó el editor de periódicos Richard Lloyd Jones, primo de Wright, y su mujer Georgia. Jones la calificó como “una obra de arte” y “un símbolo del futuro de Tulsa”. El enfoque de Wright y su “arquitectura orgánica” se refleja en cada detalle de la propiedad, desde la integración con la naturaleza hasta el cuidado diseño de cada elemento.

Se trata de una de las residencias particulares más grandes diseñadas por el arquitecto, con casi 930 metros cuadrados que incluyen cinco dormitorios, cuatro baños y un amplio espacio de recepción que fluye hacia un gran comedor.

Para la construcción utilizó bloques de cemento textil, un material relativamente nuevo en ese momento, para crear un patrón vertical en la fachada de la casa. La solidez del cemento contrasta con la fragilidad de los grandes ventanales de vidrio intercalados, permitiendo la entrada de luz natural y manteniendo la conexión visual con el exterior.

En suma, la oportunidad de poseer un edificio singular, una residencia exclusiva que será, sin duda, el orgullo de sus propietarios. En 1972 fue incluida en el Registro Nacional de Lugares Históricos de los Estados Unidos, entidad que destaca su importancia histórica y arquitectónica. Algo que aún hoy, casi cien años después de su construcción, sigue vigente.