‘Melancolía’, la batalla de lo cotidiano en la obra de Alberto Bañuelos

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‘Melancolía’, la batalla de lo cotidiano en la obra de Alberto Bañuelos

La nueva exposición del escultor cuenta con la especial colaboración de Alfonso de la Torre y se podrá visitar hasta el 23 de julio.

Desde muy niño Alberto Bañuelos (Burgos, 23/11/1949) sintió fascinación por los pinceles. Así, mostró dotes para el dibujo y ya demostraba sus dejes de artista. Pero como la mayoría de los niños descubrió el mundo jugando, saltando y trepándo a las torres de la catedral de su ciudad natal para dibujar desde las alturas. Aquellas estampas emblemáticas construidas en antiguas piedras influyeron en su formación y crearon, desde su infancia, un vínculo especial con la roca que dio todo el sentido a su posterior vocación escultórica. 

No haber logrado aprobar su examen de acceso a la Academia de Bellas Artes fue un golpe duro en su juventud, pero hoy Bañuelos es la definición del autodidacta. Uno de aquellos pocos privilegiados que saben perfectamente combinar talento con disciplina y ver los frutos de esa unión. Así, su primera escultura no la realizó hasta los 35 años y décadas más tarde, su obra ha viajado desde el Centro Dragâo do Mar de Arte e Cultura en Brasil, hasta la muestra itinerante De Picasso a Gary Hill, pasando por la Expo de Shanghai o el impresionante Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México. A sus 74 años tiene una trayectoria de peso y ahora ha estrenado su nueva exposición en el patio central del museo Francisco Sobrino, en Guadalajara. Así, Bañuelos es un experto en examinar todo tipo de berruecos, rocas y cantos rodados de grandes dimensiones para revelar las formas geométricas que yacen en su interior.

En la imagen superior, el campo de batalla donde yacen los soldados de la cotidianeidad recreada por Bañuelos. La obra se llama ‘Los guerreros caídos’.
Sobre estas líneas, ‘Melancolía’, se inauguró el 26 de mayo en patio del museo Francisco Sobrino y podrá visitarse hasta el 23 de julio, de martes a domingo.

“Parece ofrecernos Alberto Bañuelos el carácter autárquico de cada una de sus obras, su muda independencia: ni la mirada, menos aún estas palabras, lograrán cerner sus posibilidades de sentido, asir la escultura que se incorpora a la verdad de lo que porta de una errancia propia”. Estas palabras se las ofrece su colega, Alfonso de la Torre para Melancolías, una exposición que nace bajo la colaboración especial entre el artista y el teórico y crítico de arte. De la Torre es especialista en arte español contemporáneo y en su trayectoria destaca su comisariado para la 59th Biennale di Venezia con With hands, signs grow.

“Quisimos titular la exposición Melancolía porque aborda el tema de la lucha cotidiana. Estos guerreros caídos [las esculturas] somos todos nosotros, y muestran nuestra batalla diaria por seguir adelante, por conseguir nuestras metas más o menos acertadas, pero que son nuestra vida…, esa lucha que termina por el regreso al mar, a la muerte… Melancolía es lo que siento -sentimos- por este destino”, narra el escultor.

El escultor ha aprovechado la libertad de un espacio abierto para poder exponer obras cuyo peso oscila entre los 2.000 y los 3.000 kilos, una carga nada desdeñable y símbolo del peso que la vida mundana tiene sobre cada ser humano.

En la exposición hay nueve esculturas en total. Pero también se exhiben unas pequeñas maquetas en vitrinas y en el interior del museo. Algunas están hechas de piedra y otras en escayola. “Estas maquetas están expuestas porque antes de realizar la obra en grande, en tamaño definitivo, las hago en pequeño para ver su aspecto real”, explica Bañuelos.

Las esculturas están realizadas a partir de grandes bolos de granito, un material que el artista atesora en su estudio, ubicado en las afueras de Madrid. Ha ido comprándolo a diferentes empresas especializadas y hoy es sumamente difícil de conseguir. Así, en esta nueva muestra destaca una particularidad frente a otras del pasado, pues al ubicarse en el patio del museo (Cuesta del Matadero, 5, Guadalajara) el artista ha podido llevar esculturas de mucho mayor volumen, que pesan entre 2.000 y 3.000 kilos cada una.