Muy pocos saben que Antoni Gaudí (Reus, 25 de junio de 1852 – Barcelona, 10 de junio de 1926) vivió con su padre y su sobrina en una casa modernista en el frondoso bosque del Parque Güell hasta poco antes de morir en junio de 1926. Los planos del inmueble los firmó el arquitecto catalán, aunque el proyecto lo realizó su amigo Francesc Berenguer.
Tras su muerte, los albaceas vendieron la propiedad a un matrimonio italiano que respetó la construcción y, cuando estos fallecieron, sus sobrinos la ofrecieron a la asociación Amics de Gaudí para convertirla en un lugar de culto.

El 28 de septiembre de 1963 se abrió oficialmente la Casa Museo de Gaudí. La primera idea fue crear una residencia para estudiar su obra y, en 1992, la Fundación de la Sagrada Familia tomó las riendas. Entonces se planteó dibujar un proyecto museográfico para adaptarlo a los nuevos tiempos.
Un siglo después esta joya sigue intacta. Mar Leniz, gestora de Bienes Patrimoniales, nos ayuda a reconstruir la historia. “Quisimos dar valor a la casa”, explica mientras confirma que los planos están firmados por Gaudí pero que lamentablemente no hay fotos de él en la vivienda. “Existe el documento de compraventa de la misma –testifica– y está claro que era una casa muestra del Parque Güell”. Eusebio Güell Bacigalupi, mecenas de Gaudí, tenía en mente sesenta casas, pero sólo se construyeron dos. “En concreto, la propiedad vio sus obras concluidas hacia 1905 y el padre de Gaudí la compró en 1906, pero lamentablemente murió poco tiempo después”, añade Leniz, que trabajó durante años en un despacho ubicado en la planta alta del edificio, conoce cada rincón y ahora controla los movimientos del inmueble desde su oficina de la Sagrada Familia.

Las colas de turistas a la entrada del Parque Güell son dignas de una reflexión si pensamos que este fue un proyecto que no entendieron los barceloneses de principios del siglo XX. En 1899, Eusebio Güell Bacigalupi compró al Marqués de Marianao la finca Can Muntaner de Dalt (una de las dos que conforman hoy el parque), en la zona conocida como la Montaña Pelada, en el barrio de la Salud de la Villa de Gracia, con la intención de crear una urbanización al estilo inglés. Aquella aventura empresarial quedó truncada, y es curioso que hoy el banco de trencadís de la plaza principal del parque es tal vez el lugar más fotografiado de la Ciudad Condal.

Una casa a su medida
Gaudí saludaba cada día con su sombrero a la imagen de San Antonio que hay en la entrada de la casa –bien es sabida la vertiente religiosa del arquitecto tarraconense, que tenía una pequeña capilla armario en su alcoba–. El edificio, cuyo mantenimiento se cuida diariamente desde las directrices de la Sagrada Familia, consta de dos plantas: “En la planta baja se muestra al Gaudí diseñador con una selección de muebles de algunos de sus edificios como la Casa Calvet, Casa Batlló y la Cripta de la Colonia Güell”, añade Leniz.
Y en la primera planta se explica cómo vivía de forma austera en su día a día, con una habitación muy sencilla y rodeada de elementos religiosos. Cuando murieron su padre y su sobrina, él continuó viviendo ahí solo, asistido por unas monjas carmelitas. Por último, el jardín cuenta con varias de sus rejas y ornamentos de hierro forjado. Otro detalle autobiográfico, ya que su padre tenía un taller de forja que le marcó mucho durante toda su vida.

La casa tiene muchos rincones a los que no tiene acceso el público, como una terraza con vistas privilegiadas o una fresquera –un elemento básico para conservar los alimentos cuando aún no existían las neveras– a la que se llega desde el piso de abajo por un sinuoso pasillo y que está a pocos metros de la tienda, donde se pueden comprar todos los gadgets, souvenirs o libros de las obras de Gaudí.
La Casa Museo Gaudí se puede visitar por 5,50 euros.