La música del siglo XXI la escriben las mujeres

Música

La música del siglo XXI la escriben las mujeres

Nos adelantamos al Día de la Mujer con un repaso de las grandes compositoras de la historia, y su relevo, cada vez más protagonista, en las últimas décadas.

Cualquier niño nacido en los años sesenta del pasado siglo podía decir de carrerilla cien nombres de compositores hombres, pero ni uno de compositoras, salvo, en todo caso, el de la monja benedictina alemana Hildegarda de Bingen (1098-1179). Afortunadamente la cosa es distinta en la actualidad. En el terreno de la música contemporánea, aunque no haya paridad (estadísticamente, ha habido muchos más estudiantes masculinos de música que estudiantes femeninas), sí hay nombres que destacan por sí solos.

Al comienzo de la película Tár (2023, Todd Field), protagonizada por Cate Blanchett (firme candidata al Oscar a la mejor actuación), hay una escena situada en una supuesta conferencia en la que presentan al personaje de Lydia Tár como esa directora de orquesta que “se ha hecho célebre por encargarles piezas contemporáneas a compositoras como Jennifer Higdon, Caroline Shaw, Julia Wolfe y Hildur Guðnadóttir”… Esos nombres son reales. Y dos de ellas son aún jóvenes: tanto la islandesa Guðnadóttir (compositora de numerosas bandas sonoras, entre ellas la de Tár, pero también de la del Joker, con la que ganó el Oscar, el Bafta, el Globo de Oro y el Grammy) como la estadounidense Shaw (premio Pulitzer de música en 2013, que obtuvo a los treinta años de edad) nacieron en 1982, mientras que Higdon lo hizo en 1962 y Wolfe en 1958.

En la imagen superior, Hildur Guðnadóttir (4 de septiembre de 1982, Reikiavik, Islandia), compositora y chelista islandesa. En 2020 ganó un Globo de Oro, un Premio de la Crítica Cinematográfica, un BAFTA y un Oscar por Mejor Banda Sonora en la película Joker. Fotografía: Antje Taiga Jandrig Deutsche Grammophon. Sobre estas líneas, Caroline Shaw (Greenville, 1 de agosto de 1982), violinista, cantante y compositora estadounidense que consiguió el Premio Pulitzer de Música en 2013 por su pieza a cappela Partita para 8 Voces. Fotografía: Kait Moreno.

Pero empezamos con la única mujer que ha conseguido atravesar los siglos como compositora de relevancia mundial. La importancia intelectual de Hildegarda de Bingen supera la jerarquía musical e, incluso, la religiosa (en 2012 fue elevada por el papa Benedicto XVI a la categoría de Doctora de la Iglesia Católica), para ser considerada una pionera de la emancipación de la mujer. Hasta se la considera la creadora de la cerveza “moderna”, por ser ella la primera persona que decidió incluir el lúpulo en su producción.

Nacida como décima hija, con ocho años fue entregada por sus padres al convento como diezmo, destinada a vivir para la Iglesia como oblata. Gracias a su gran carisma y personalidad ascendió rápidamente y fue una de las primeras monjas autorizadas a predicar en público. Como compositora estaba también estrechamente relacionada con su vida en el monasterio y dejó dos importantes escritos con cantos: el Códice 9, cuando aún vivía en el monasterio de Rupertsberg, y el Códice gigante, publicado poco después de su muerte. La que se considera su obra cumbre musical es el drama litúrgico Ordo Virtutum. En estas obras trata temas como la Encarnación del Hijo de Dios o Jesucristo Redentor. Escribió canciones sobre ángeles, sobre profetas y patriarcas, sobre apóstoles y sobre mártires, además de sobre confesores y sobre vírgenes.

Foto Sofiya Gubaidúlina
Sofiya Gubaidúlina (24 de octubre de 1931, Chístopol, Rusia), conocida por la profundidad religiosa de su música. 

Para Hildegarda de Bingen, cantar era una especie de meditación a través de la cual el hombre se desprende de su existencia terrenal y entra en otras esferas, insinuándose la esfera celestial. Por otra parte, sus obras exigen el mayor grado de perfección y habilidad de los cantantes, tanto técnica como musicalmente. Sin embargo, su música, tremendamente personal, no se correspondía con la norma estructurada de la época y es precisamente lo intuitivo que se puede escuchar en sus composiciones lo que ha hecho de ellas algo apasionante capaz de sobrevivir más de mil años después.

Más allá de la monja de Bingen, las mujeres compositoras han sido una rareza en la historia y las pocas que llegaron a gozar de fama en vida fueron desapareciendo del foco mediático a gran velocidad. En el Renacimiento, en el monasterio agustino de San Vito en Ferrara, volvemos a encontrar compositoras cuyos nombres, aunque no populares, son bien conocidos en los círculos profesionales: Vittoria Raffaela Aleotti (1575-1620) –niña prodigio del clavicordio desde los seis años y monja desde los catorce; llegó a crear una colección de motetes que se consideran la primera publicación de música sacra compuesta por una mujer– o Francesca Caccini (1587-1641) –cantante y laudista, hija del compositor renacentista Giulio Caccini, se convirtió en una de las compositoras europeas más influyentes y su obra escénica La liberazione di Ruggiero es la primera ópera escrita por una mujer–. Más tarde encontramos otros nombres como Barbara Strozzi (1619-1677), de la que se dice que fue “la compositora más prolífica (independientemente de ser hombre o mujer) de música vocal profana impresa en Venecia”, o las alemanas Ana Amalia de Brunswick-Wolfenbüttel (1739-1807) y Ana Amalia de Prusia (1723-1787). De la misma época es Marianne von Martinez (1744-1813), austriaca de abuelo español y discípula de Haydn, que gozó de fama en toda Europa durante su vida, pese a que la sociedad de la época no veía con buenos ojos que alguien de su condición social (no era aristócrata) trabajase como pianista o cantante (y con sus propias composiciones).

En el siglo XIX destacaron los nombres de varias mujeres oscurecidas por sus propios maridos o familiares. Es el caso, por ejemplo, de la francesa Louise Farrenc (1804-1875) –que interrumpió sus avances musicales para dar conciertos con su marido, el flautista Aristide Farrenc, y a pesar de su brillantez como intérprete y compositora, durante casi una década cobró menos que sus colegas masculinos. Sólo después del estreno triunfal de su Noneto para viento y cuerdas en mi bemol mayor, op. 38 exigió y recibió la misma remuneración– o las alemanas Fanny Mendelssohn (1805-1847), hermana de Felix Mendelssohn –a cuyo nombre se publicaron originalmente algunas de sus más de 460 obras– o Clara Josephine Wieck (1819-1896), esposa de Robert Schumann y una de las pianistas más destacadas de su época, con una carrera concertística de 61 años, que fue, de hecho, la principal divulgadora de la música de su marido; como compositora había escrito su Concierto para piano a los 14 años, pero perdió confianza en su propio talento, oscurecido por el de su esposo–. De estos ejemplos puede que el más evidente sea, en cambio, el de la austríaca Alma Marie Schindler (1879-1964), conocida como Alma Mahler por su matrimonio con el compositor Gustav Mahler, veinte años mayor que ella, que le exigió como términos de su unión civil que renunciara a sus inquietudes artísticas y musicales para dedicarse en cuerpo y alma a su matrimonio, ejerciendo simplemente como copista de las obras de su marido. En lo que respecta a la compositora franco-irlandesa Augusta Holmès (1847-1903), niña prodigio del piano desde los cuatro años, no intervino marido alguno para que tuviera que escribir su música con el seudónimo masculino de Hermann Zeuta.

Elena Mendoza (Sevilla, 1973) fue la primera compositora en España en recibir el Premio Nacional de Música, en el año 2010. Fotografía: Carlos Díaz de la Fuente.

Cuanto más nos acercamos a la época actual y más derechos han conseguido las mujeres a lo largo de los siglos, por ejemplo a la educación o a una profesión, más mujeres compositoras hay. Pero la lucha ha sido siempre complicada: Amy Beach (1867-1944), la primera compositora estadounidense de éxito, era una pianista consumada que, tras su matrimonio, aceptó limitar sus actuaciones al piano a un recital benéfico al año. Tras la muerte de su marido, recorrió Europa como pianista, interpretando sus propias composiciones con gran éxito. La compositora y pianista rusa Leocadia Kashperova (1872-1940) sufrió personalmente las dificultades para ejercer como música tras la Revolución Rusa, y pese a que había llegado a ser maestra de Stravinski durante dos años (entre 1900 y 1902) este no la tenía en gran aprecio, ya que al tener conocimiento de su muerte la tildó de “anticuada y cabeza hueca”. En Estados Unidos destacó Florence B. Price (1887-1953), gran sinfonista… pero mulata, cuya memoria se está empezando a recuperar en la actualidad. En Austria Johanna Müller-Hermann (1868-1941), una de las compositoras europeas de música orquestal y de cámara más destacadas de su época.

La relación de compositoras de renombre en los últimos 150 años ha crecido exponencialmente. Las hermanas Nadia (1887-1979) y Lily Boulanger (1893-1918) han sido nombres fundamentales en la música francesa. La segunda falleció con apenas 24 años, víctima de la enfermedad de Crohn, y fue Nadia, su hermana mayor, la que dedicó gran parte de su vida a difundir el talento de Lily. Además de ser también compositora, Nadia Boulanger tuvo, sobre todo, un papel clave como docente: con una larga vida (murió a los 92 años) y una extensa lista de alumnos que supera los 1.200. Entre estos, por citar tan sólo unos pocos, figuran Daniel Baremboin, Aaron Copland, John Eliot Gardiner, Quincy Jones, Burt Bacharach, Narciso Yepes, Astor Piazzolla o el estadounidense Philip Glass, el más grande y prolífico creador de óperas de los últimos cincuenta años.

Laurie Anderson (5 de junio de 1947, Illinois, Estados Unidos) es reconocida por su trabajo multidisciplinario que incluye música, poesía, videoarte y cine experimental. Pionera en la música electrónica y experimental. Fotografía: Ebru Yildiz Nonesuch Records.

Una de las compositoras más beligerantes por el activismo feminista es Ethel Smyth (22 de abril de 1858, Sidcup, Reino Unido – 8 de mayo de 1944, Woking, Reino Unido). Fue integrante activa de la Unión Social y Política de Mujeres, fundada para luchar contra la opresión de la mujer. Compuso música bajo el seudónimo masculino de E. M. Smyth y consiguió producir seis óperas, pero sobre todo se la recuerda por ser la autora de la Marcha de las mujeres, convertida en himno de las sufragistas. En 2020, al cumplirse el primer centenario de la 19ª Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, que garantiza el derecho de voto a las mujeres, Deborah Borda, presidenta ejecutiva de la Filarmónica de Nueva York, puso en marcha el llamado Proyecto 19, por el que se encargó a 19 compositoras internacionales, tal vez las que representen el canon del momento –la surcoreana Unsuk Chin (1961), la cubana Tania León (1943), la canadiense Nicole Lizée (1973), la portorriqueña Angélica Negrón (1981), la austríaca Olga Neuwirth (1968), la italiana Paola Prestini (1975), la islandesa Anna Thorvaldsdottir (1977), la china Du Yun (1977) y las estadounidenses Joan Tower (1938), Sarah Kirkland Snider (1973), Mary Kouyoumdjian, Joan La Barbara (1947), Caroline Mallonee (1975), Jessie Montgomery (1981), Ellen Reid (1966), Maria Schneider (1952), Caroline Shaw (1982), Melinda Wagner (1957) y Nina C. Young (1984) – la creación de otras tantas piezas. Los primeros estrenos tuvieron lugar en febrero de 2020, antes del confinamiento mundial por la pandemia… Y el resto se irán estrenando a lo largo de varias temporadas.

Foto Kaija Saariaho
Kaija Saariaho (14 de octubre de 1952, Helsinki, Finlandia), reconocida por su estilo musical ecléctico y sus obras orquestales y de música de cámara que combinan elementos acústicos y electrónicos. Fotografía: Andrew Campbell.

No se nos puede quedar en el tintero los nombres de personalidades recientemente fallecidas –como Pauline Oliveros (1932-2016)– o las aún vivas y en activo, como la rusa Sofiya Gubaidúlina (1931), la francesa Éliane Radigue (1932), la argentina Beatriz Ferreyra (1937), las estadounidenses Meredith Monk (1942), Laurie Anderson (1947) o la finlandesa Kaija Saariaho (1952).

Foto Eliane Radigue
Eliane Radigue (24 de enero de 1932, París, Francia), compositora de música electrónica, cuyo trabajo desde principios de la década de 1970 se ha creado casi exclusivamente con un solo sintetizador, el sistema modular ARP 2500. Fotografía: Fundación Cartier para el Arte Contemporáneo.

Y las españolas

Una relación de grandes compositoras españolas debe comenzar, no cronológicamente, pero sí obligatoriamente, por Bárbara de Braganza (1711-1758) que, aunque portuguesa de nacimiento, fue reina consorte de España por su matrimonio con Fernando VI cuando este era todavía príncipe de Asturias. Dotada para la música componía, cantaba e interpretaba diversos instrumentos. En su Lisboa natal ya había sido alumna de Domenico Scarlatti, quien la acompañó a España y se mantuvo a su servicio hasta su fallecimiento, componiendo para ella casi todas sus obras de tecla. Su especial predilección por la ópera la convirtió en protectora de Farinelli, quien impulsó las representaciones de música escénica en el Coliseo del Buen Retiro y en los reales sitios.

Antes, a caballo entre los siglos XIII y XIV había destacado María González de Agüero, fallecida alrededor de 1340. Fue abadesa del monasterio de Las Huelgas, en Burgos, entre 1319 y 1333. Se le atribuye la escritura del Códice de Las Huelgas, formado por 179 obras musicales polifónicas. Pero, indudablemente, es en los últimos cincuenta años cuando, al igual que sucede en el resto del mundo, y con la coincidencia en España del fin de la dictadura de Franco, la música compuesta por mujeres comienza a destacar.

Foto María de Alvear
María de Alvear (Madrid, 27 de octubre de 1960)​, galardonada con el Premio Nacional de Música en la modalidad de composición en 2014.​

Pero no es España un país fácil para la “alta cultura”. Muchas compositoras han tenido que desarrollar sus carreras fuera de nuestras fronteras. Es el caso de la hispano alemana María de Alvear (Madrid, 1960), hija de la galerista Helga de Alvear, que reside habitualmente en Alemania. A su enorme obra compositiva se une su labor divulgadora, al frente del sello discográfico World Edition, a través del que ha lanzado más de cuarenta discos de artistas internacionales, varios de ellos propios, varios de ellos españoles y varios de ellos, también, a cargo de mujeres: Kirsten Reese (1968), Chiyoko Szlavnics (1967), Elizabeth Hoffman (1927) o Linda Catlin Smith (1957). Fue, además, la segunda mujer ganadora, en 2014, del Premio Nacional de Música en la modalidad de composición.

Raquel García Tomás, compositora española especializada en creación multidisciplinar y colaborativa. Reconocida con el Premio Nacional de Música 2020, modalidad de Composición. Fotografía: Lluc Queralt.

La primera fue Elena Mendoza (Sevilla, 1973), otra expatriada en Alemania, que lo recibió en 2010, a los 37 años. Fue galardonada antes, incluso, que su maestra, la compositora navarra Teresa Catalán (Pamplona, 1951), que fue la tercera mujer en recibir el más importante de los premios musicales españoles, en 2017. Pero la tendencia a condecorar a compositoras ya ha iniciado un camino de no retorno: la catalana Raquel García-Tomás (Barcelona, 1984), lo obtuvo en 2020, a los 36 años, y Alicia Díaz de la Fuente (Madrid, 1967), en 2022. García-Tomás es, además, noticia por el inminente estreno (el 18 de marzo) en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona de Alexina B, su séptima ópera de cámara. La ópera está inspirada en la historia de Adélaïde Herculine Barbin, también conocida como Alexina B., una persona intersexual nacida en Francia en 1838.