Hace sólo unos días un pequeño grupo de escritoras y periodistas, junto a Ana de la Cueva, presidenta del Patrimonio Nacional, entidad que cifra en este proyecto museístico su más importante instrumento de proyección, tuvimos ocasión de conocer el nuevo edificio que se esconde tras el Palacio Real. En él se custodian, restauran y exhiben las obras de arte, indumentaria, muebles, vehículos y objetos cotidianos que acompañaron la vida de la monarquía española, desde los Reyes Católicos hasta Alfonso XIII.
Un privilegio que desde el 25 de junio disfrutan quienes lo deseen pues hasta el 2 de julio los primeros grupos de visitantes y periodistas podrán acceder en cuatro jornadas de Puertas Abiertas antes de su inauguración oficial. Las elecciones generales han obligado a Patrimonio Nacional a postergar ese momento, previsto en principio para el 28 de junio, y que finalmente tendrá lugar el 25 de julio. Con un presupuesto de 170 millones de euros, y tras 25 años desde la aprobación del proyecto hasta su apertura “las 170.000 obras que forman parte del Patrimonio Nacional –en palabras de Ana de la Cueva–, harán que el museo funcione casi como una galería de arte, con una colección permanente de 650 piezas y exposiciones temporales que irán rotando para mostrar la ingente riqueza cultural de la monarquía española”. La primera exposición temporal, En Movimiento, propone un recorrido por la historia de los carruajes reales, y está ya esperando a sus primeros visitantes en la planta -3.

Imponente es la palabra que viene a mi cabeza nada más acercarme. El edificio, proyectado por Tuñón y Mansilla hace 25 años parece apuntalar la Cuesta de la Vega, sobre el Campo del Moro, en la que se asienta el Palacio Real. Sus pilares de hormigón recubiertos de granito blanco se asoman al desnivel en un alarde de verticalidad, en diálogo con los sillares horizontales del palacio vecino, como nos hizo apreciar Ana de la Cueva. Entrar en este edificio, invisible desde la calle Bailén –ese escaparate de la historia de España– es navegar entre la luz y la sombra; la piedra y la madera; el interior repleto de los más sofisticados tesoros creados por la mano del hombre, y el exterior de un Madrid rodeado de naturaleza.
La entrada principal está en la cornisa de la Plaza de la Armería. A nuestra derecha la luz del atardecer entra por los enormes ventanales. Desde las claraboyas de la izquierda, los tejados de la Almudena se asoman curiosos a contemplarnos. Comienza el viaje.

Sorprenden las dimensiones de sus espacios interiores ya que, al estar excavado en la roca, con un desnivel de 40 metros, desde fuera no se aprecian sus más de 40.000 metros cuadrados, de los que 8.000 son de uso público, con tres grandes naves diáfanas de 103 metros de largo por 16 metros de ancho distribuidas en tres plantas (-1, -2 y -3), que suponen un viaje casi iniciático a lo largo de la historia de la monarquía española. Aunque existen varios ascensores recomiendo bajar a pie, por las anchas rampas en cuyos descansillos el visitante podrá detenerse a ver unos audiovisuales que le ayudarán a entender la historia de los objetos y obras de arte que va a descubrir en la planta siguiente.

La historia real a lo largo de tres salas
La primera sala (planta -1), está dedicada a los Austrias, y allí monumentales tapices y piezas de la Real Armería conviven con obras de El Bosco, Tiziano, El Greco, Ribera, Velázquez o Caravaggio. La entrada a esta planta guarda además una sorpresa: tras una vitrina se pueden contemplar con luz natural las murallas del siglo IX y una de las puertas de acceso a la ciudad, descubiertas durante las obras.

También encontramos algunas armaduras espectaculares, como la de Carlos V, una verdadera obra de arte que Ana de la Cueva compara con los diseños de Alta Costura actuales, con el guantelete articulado y forrado por dentro de ante para que no sufriera la mano. O el Políptico de Isabel la Católica, una colección de pequeñas pinturas que, como nos explicó Ana de la Cueva, “es una belleza, estaban en su habitación cuando murió, porque era una pieza que a ella le gustaba especialmente. Representa imágenes de la vida de Jesús y en uno de ellos están representados los mismos reyes Isabel y Fernando”.

Bajando a la planta -2, dedicada a los Borbones, encontramos objetos cotidianos como instrumentos musicales, muebles o una preciosa maqueta de la Galería de las Colecciones Reales, rodeadas en las paredes por obras de Mengs, Goya, Tiépolo, Paret o Maella.

Al llegar a la planta -3 el visitante podrá entrar en un cubo inmersivo para disfrutar de una proyección audiovisual 360 en la que conocerá los diferentes espacios arquitectónicos y naturales de los Reales Sitios, y ya al final del recorrido conocer la función de Patrimonio Nacional, organismo responsable de la conservación y difusión de los Reales Sitios y de las Colecciones Reales.
Y desde allí, tras visitar la exposición temporal, nos dirigimos a la salida. Esta se puede hacer bien desde esta planta, a la explanada sobre el Campo del Moro, el lugar desde donde se obtiene una mejor perspectiva del edificio, o bien de nuevo hacia arriba, deshaciendo el camino que nos ha llevado a recorrer la historia de la monarquía española a través de sus objetos: los más grandiosos, y los más cotidianos.
La Galería podrá visitarse de lunes a sábado en horario de 10 a 20 horas, y domingos y festivos de 10 a 19. Las entradas ya están a la venta en la web de Patrimonio Nacional, a un precio de 14 euros la tarifa básica, y 7 euros la tarifa reducida.





