Cómo meter el arte clásico en un compactador de basura

Arte

Cómo meter el arte clásico en un compactador de basura

El artista norteamericano Adam Parker Smith desafía la veneración por lo antiguo transformando mitos escultóricos en bloques apilables de mármol de Carrara.

Tras licenciarse en pintura en la Universidad de California y rematar con dos másters su trayectoria académica ejemplar, Adam Parker Smith (Arcata, California, 1978) inició su carrera como artista de forma atípica: convirtiéndose en el rey de un concepto sospechoso bautizado como “préstamo creativo” que le llevó a pagar a compañeros por sus ideas.

Una vía que alcanzó su máxima expresión en 2013 al presentar “Thanks”, una instalación compuesta por objetos robados a 77 artistas a lo largo de numerosas visitas a sus estudios y que pudo llevarse a cabo, de manera milagrosa, con el consentimiento de todos ellos. ¿El objetivo según Parker Smith? Crear un debate sobre la comunidad, la colaboración y la amistad en el arte, pero también sobre la propiedad estética e intelectual, la influencia, la división entre el comisario y el artista y el valor del trabajo reutilizado. Y todo ello después de haber asumido: “He mentido y robado a todas las personas cuyo trabajo me gusta y respeto (…). Siento que muchas de mis ideas empiezan como bromas”.

En la imagen superior, de izquierda a derecha, las esculturas Apolo de Belvedere, Venus con armadura y Cupido Triunfante (mármol blanco de Carrara sobre pedestal de piedra) expuestas en la galería The Hole de Los Ángeles y a un precio de 250.000 dólares cada una. Sobre estas líneas el artista Adam Parker Smith.

Casi una década después, su nueva exposición en The Hole L.A (844 N. La Brea Ave, Los Ángeles, Estados Unidos), “Crush”, sorprende con seis monumentales esculturas que representan un cambio en su manera de trabajar los materiales y escalas. Con un metro cúbico cada una, estas piezas son, a primera vista, instintivamente reconocibles y extrañamente diferentes, como si el canon de estatuas clásicas como el Apolo de Belvedere, el Cupido Triunfante, el David de Bernini, la Venus con armadura o el Augusto de Prima Porta hubieran sido confrontados a un compactador de basura.

Clásicos revisitados

Para Parker Smith las esculturas antiguas suelen inspirar sentimientos de adoración abrumadora. Los cuerpos perfectos representados en ellas se convierten en un ideal, y su escala y posición hacen que tratemos de mirarlos cara a cara. La relación particular del artista con este tipo de obras se remonta a su época de estudiante en Roma: “Tuve un profesor que era un gran apasionado de la escultura helenística, tanto que cerraba los ojos cuando hablaba de ella. Su pasión me ayudó a apreciarla”, asegura. Y añade: “Viví en Roma hace casi 20 años, pero el impacto de estas esculturas se me quedó tan grabado que ha vuelto a mis influencias actuales. Pasar tiempo alrededor de estos objetos hace que se sientan importantes, y hoy no me parece que hayan pasado dos décadas: sigo sintiendo lo mismo que entonces”.

De izquierda a derecha, Augusto de Prima Porta, Ganímedes con el águila de Júpiter y David (mármol blanco de Carrara sobre pedestal de piedra, 1 metro cúbico cada una).

Pues bien, lo que empezó como una gran admiración ha llevado a Adam Parker Smith a interrogarse y desdibujar las líneas entre el asombro históricamente canonizado por estas obras y un cierto resentimiento. “Hay algunas cosas sobre estas esculturas que son problemáticas, así como la forma en que se han expresado en los últimos cientos de años, especialmente cuando se han blanqueado. La manera en la que las instituciones las exhiben –e incluso cómo las adquieren– es a menudo vergonzosa”, explica.

De ahí su impulso por reinventarlas y desmitificarlas bajo la forma de cubos, que permiten al artista interrumpir y “aplastar” con humor la cadena de admiración, permitiéndonos desafiar, acercarnos y conectar con estas obras de una manera más profunda. Un nuevo formato que logra reducir estas figuras a una unidad que puede ser contada, almacenada o medida. E incluso apilada, estableciendo un nuevo contacto visual menos sagrado con ellas, y con las medidas más oportunas para los posts de Instagram.

El resultado es salvaje y surrealista, ya que al fijarnos en cada una de estas obras distinguimos figuras humanas desorientadas, un torso invertido, mechones ondulados, plumas, manos acrobáticamente retorcidas… Adam Parker Smith recomienda tres tipos de miradas: “A 6 metros del bloque, a 2 metros y a 10 centímetros”. Y explica: “Creo que una obra debe funcionar de forma única a cada una de estas distancias y que las impresiones creadas por todas ellas deben relacionarse entre sí. No creo que se vuelvan más íntimas cuanto más cerca estés de ellas, pero sí evolucionan. Entrar y pensar que se trata de un cubo minimalista y luego darse cuenta de que hace referencia a la historia de la escultura es un ejemplo de esa evolución cognitiva que surge al acercarse”, asegura.

La producción de estas obras ha sido todo un desafío para Adam Parker Smith, que ha recurrido a un equipo de maestros escultores, un robot reductor de siete ejes y a los equipos de investigación digital de la Galería de los Uffizi. Y junto a ellos ha sido capaz de introducir algunos de los mayores iconos de la escultura helenística en programas de modelado 3D antes de comprimir cada uno en un cubo compacto, cincelado a posteriori en un bloque de mármol de Carrara. Cada una de estas obras, según su equipo de comunicación, tiene un precio cercano a los 250.000 dólares.

Detalle de la escultura del Cupido Triunfante de Adam Parker Smith. Hasta los más mínimos detalles están representados en cada recoveco del mármol.

Pregunta: El sentido del humor es muy recurrente en su arte. ¿Tiene a veces la intención de escandalizar?
Respuesta: Escandalizar, no. Estimular, sí. Es como participar en una conversación y que los demás disfruten de ella.

P: ¿Está entre sus ideas desmitificar lo antiguo?
R: Al asociar las nuevas tecnologías con maestros artesanos he tenido la oportunidad de traer a la vanguardia contemporánea la artesanía de las estatuas históricas a las que he hecho referencia en esta serie. Creo que al poner estas obras antiguas y las habilidades de los maestros talladores de Carrara en una plataforma moderna, estas obras desmitifican tanto el pasado como el futuro.

P: En su opinión, ¿es responsabilidad del artista agitar la cultura?
R: Sí, pero en este momento me siento más un oyente. No creo que mi trabajo actual consista tanto en liderar el progreso como en reforzar a otros que van abriendo camino. Creo que esta exposición, comparada con series anteriores mías, anima al espectador a tomar nota no sólo de la artesanía sino de su entorno.

Cabeza ladeada de la escultura David. En este nuevo formato el espectador debe girar alrededor de todo el bloque para reconstruir la escena al completo.

P: ¿Cómo cayó en el mundo del arte?
R: En mi juventud era consciente de que quería ser artista. Sabía que quería hacer un posgrado de pintura y pensé que acabaría dando clases. Y aunque conseguí algunos trabajos como profesor adjunto, nunca logré un puesto fijo. Mi carrera docente se fue reduciendo mientras mi carrera crecía gradualmente y finalmente me convertí en artista a tiempo completo en 2014.

P: En la rutina diaria de su trabajo, ¿cuál es su momento más feliz?
R: El momento más feliz, seguido de uno de los más aterradores, tiene lugar en mi ritual semanal, en el que paso de 5 a 10 horas de meditación visual para conseguir nuevas ideas. Es una cantidad exagerada de tiempo y energía para muy pocos resultados, ya que normalmente sólo genera una idea al año. La mejor sensación es cuando tengo esa idea. Cuanto mejor es la idea, mejor y más satisfactoria es la sensación. Sin embargo, cuanto más feliz y satisfecho estoy por ello, más aterrado me siento con la presión de encontrar otra idea aún mejor para el siguiente proyecto. Es como cazar de una manera primitiva: no busco sobrevivir, pero sí encontrar respuestas a preguntas que nadie se ha preguntado jamás.