Salustiano, el pintor sevillano que ha enamorado al Dalai Lama

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Salustiano, el pintor sevillano que ha enamorado al Dalai Lama

Los armónicos retratos del artista le han consolidado en la escena internacional.

El clasicismo del Renacimiento italiano, la transgresión de la cultura urbana y la estética exótica del manga japonés conviven en sus obras. Retratos llenos de armonía, equilibrio y sutileza que emergen de un monocromatismo “contenido y absoluto” en rojo, negro y blanco, que se ha convertido en la seña de identidad de Salustiano –García, aunque firma sin apellido– y que le ha llevado a ser uno de los pintores españoles más destacados de la escena internacional. Entre sus admiradores se encuentran desde grandes coleccionistas a personajes tan conocidos como Sharon Stone, Salma Hayek, Barbara Streisand o el Dalai Lama.

Acaba de volver de Nueva York y en unos días se marcha a Suiza, donde participará en la feria Volta de Art Basel de la mano de la galería Stoa. Maryland (Estados Unidos), Karlsruhe (Alemania) y París son los siguientes destinos marcados en agenda del artista, que ha participado en exposiciones, tanto individuales como colectivas, en galerías de medio mundo. “Tengo la suerte de encontrarme en casa allí donde estoy. He disfrutado de cada una de las ciudades que he visitado y en todas han sido muy cariñosos conmigo. Miami, Estambul, Seúl… Pero destacaría Berlín, Colonia o Múnich; en realidad Alemania entera, ya que la mayor parte de mis obras están en manos de coleccionistas germanos”, señala.

Niño leyendo un libro, obra de arte de Salustiano
Juan leyendo, pertenece a la exposición “Territorio de ternura”. El pintor sevillano logra crear planos y profundidad utilizando solo diferentes gamas de negro. Óleo, pigmentos naturales y resina acrílica sobre lienzo. 152x120cm. Foto: Perianyiez

Vocación temprana

Salustiano (Sevilla, 19 de enero de 1965) pinta desde que tiene uso de razón. Pero fue un episodio el que le marcaría de por vida y que recuerda nítidamente. “Alguna vez, en broma, he dicho que empecé a dedicarme ‘profesionalmente’ a la pintura a los 5 años. Era Navidad –evoca el artista– e hice un dibujo de los Reyes Magos montados en sus camellos camino del portal de Belén. Cuando se lo enseñé a mi madre me besó llena de admiración y cariño. Luego se lo mostró a mi padre y a los vecinos. La respuesta fue tan extraordinaria y positiva que pensé que ser pintor sería una maravillosa manera de conseguir un extra de cariño”. 

Aunque se forjó como artista en la Facultad de Bellas Artes de su ciudad, Salustiano asegura que lo que realmente le preparó para consagrarse al arte fue su contacto con la naturaleza de niño: “Mis primeros años de vida los pasé en el campo. En aquella época los niños no teníamos apenas juguetes y sin otros niños alrededor, tuve una infancia volcada hacia la contemplación de la naturaleza y la introspección. La naturaleza y el silencio son unos extraordinarios maestros. La naturaleza te muestra la vida y el silencio te enseña la vida por dentro”, asegura.

Rojo, negro y blanco

Dicen que los esquimales del Ártico son capaces de distinguir hasta 30 tonos diferentes de blanco. Y algo parecido sucede cuando te enfrentas a un cuadro de Salustiano. En sus obras, a través de infinitas tonalidades de un solo color es capaz de crear volúmenes y generar planos. “El color es primordial para todos los artistas. Yo lo uso de manera contenida y absoluta y, al mismo tiempo, de manera voluptuosa. Lo primero, porque mis obras son casi monocromáticas, y, segundo, porque uso los pigmentos más ricos y aterciopelados del mercado”, explica el pintor sevillano.

Por ahora solo utiliza tres colores en sus cuadros, que marcan casi etapas: rojo, negro y blanco. Tres tonalidades que define como colores definitivos, “el rojo es el color por excelencia, tiene el poder de trascender a su propia condición de color. Es más que un color, es un símbolo que provoca sentimientos de belleza, de tiempo ausente, de sosiego y, al mismo tiempo, es la expresión de la fuerza. El blanco es la luz, es decir, todos los colores. Y el negro, la ausencia de luz. Ambos son el ying y el yang, los extremos contrapuestos: desde dónde se parte y hasta dónde se llega”.

Niña con cuchillo de Gucci, obra de arte de Salustiano
Luz con espada, Territorio de ternura. La presencia del machete contrasta con la inocencia y la fragilidad de la niña, todo ello potenciado por la fuerza e intensidad de los diferentes tonos de rojo. Pigmentos naturales y resina acrílica sobre lienzo. 152x134cm. Foto: Perianyiez

En los últimos tiempos está introduciendo el color naranja en su producción, “que es en realidad una extensión de rojo”, apunta. Cada cambio de color responde a un periodo largo de reflexión creativa. Primero elige el color y luego busca la tonalidad perfecta. “En el caso del naranja intenté conseguir el sabor naranja que se adivina en estos versos de Apollinaire, ‘y yo mondo para mis amigos/la naranja de maravilloso /sabor de fuegos artificiales’; y que a mi paladar se le antojaba como aquellas pastillas efervescentes de vitamina C”.

Proceso creativo

La iconografía que plasma el artista en su obra es amplísima, desde Fra Angelico a los luminosos de las gasolineras americanas con el ‘yes, we are open’, pasando por las máquinas de vending que hay en medio de los campos de arroz japoneses “donde, incluso, a veces hay una grulla de corona roja posada. ¡¿Se puede pedir más belleza?!”, se interroga.

Las geishas de Salustiano
Tamara y Alba, dibujo de la exposición “Changer la vie”. La temática oriental es una constante en la obra del creador. En muchas de sus obra aparecen guiños a la estética manga. Lápiz sobre lienzo. 200x200cm. Foto: Perianyiez

Pero, ¿en qué se inspira Salustiano a la hora de pintar? “No sabría decir qué me inspira a la hora de enfrentarme con un cuadro o una colección. Pero hay muchas cosas que me enriquecen y que pongo al servicio de la creación, como puede ser observar a la gente y sus reacciones, escuchar sus conversaciones, lo que dicen y cómo lo dicen; todo el mundo me parece interesante, al menos durante un rato, y me gusta descubrir cómo son a partir de qué cosas dicen y cómo lo dicen —señala—. También la publicidad, el silencio, el paisaje a través de las ventanillas de mi coche. Pero, sobre todo, la parte iluminada de las cosas”.

¿Hacia dónde evolucionará como artista? “No lo sé. Pero estoy seguro de que seguiré siendo exigente conmigo mismo y muy respetuoso con el espectador”. Exigencia y respeto en rojo, blanco y negro que seguirá cautivando a todos los admiradores de la sensibilidad y la delicadeza con que se expresa el pintor sevillano.