En Galicia, conocida por sus costas y su gastronomía excepcionalmente rica y variada, se encuentra un paraíso natural escondido entre las montañas de la sierra de Ancares (Lugo). Muy cerca de allí, entre valles frondosos y bosques milenarios que parecen detenidos en el tiempo se erigen las cuatro cabañas que componen el alojamiento del mismo nombre.
La idea partió de Jimena Santalice, quien acondicionó una primera casa familiar que data de 1.400, para llevar a cabo el proyecto de sus sueños. Una herencia y una historia que se manifiestan en cada rincón de este alojamiento tan cuidado, que es, como ella misma explica, “un homenaje a las mujeres de mi familia, que vivieron en la zona, que no tuvieron muchas oportunidades y afrontaron una vida muy dura”.

Por esta razón cada una de las cuatro cabañas tiene un nombre de mujer. Cabaña Esperanza (“cabaña típica de montaña”, con buhardilla doble arriba y capacidad para siete personas) y Cabaña Josefina (ideal para una pareja) fueron las primeras en ver la luz. Un concepto familiar que se siente nada más llegar, cuando reciben al huésped con la chimenea encendida, poniendo a su disposición guías de la zona y ayuda en todo momento. Para Santalice, los detalles son esenciales y se plasman en el interiorismo de las casas, donde se mezclan en armonía materiales típicos del medio rural con otros contemporáneos.

Hace dos años la creciente demanda les llevó a ampliar el proyecto con dos casas más: Villa Emma y Casita La Gloria. Esta última “es el edificio más grande, el más ambicioso, porque todo el salón es una cristalera de más de cuatro metros. Para mí lo más importante era que la montaña se integrase dentro de la casa. Parece que la tienes en el salón”, explica Jimena Santalice. Por su parte, la fachada lateral de Villa Emma destaca por el uso de la madera (la mayoría procedente de los árboles circundantes) y la piedra, lo que hace que se integre a la perfección con el paisaje. “Tanto en Villa Emma como en Casita la Gloria, unidas por una entrada común aunque cada una tenga su propia entrada independiente, quisimos usar materiales nobles como el hierro, la piedra y la madera porque para nosotros es fundamental respetar la historia y la zona”, afirma.
Otro detalle importante en ambas casas son sus cocinas bilbaínas, modelos antiguos de leña que “a la gente le encantan porque son típicas de lo rural y se convierten en un espacio ideal de reunión”, añade Santalice.

Además, y para disfrutar de la naturaleza cuando hace buen tiempo, en el exterior se encuentran un horno antiguo con barbacoa. En la llamada Casa del Horno los responsables del complejo producen su propia miel, que está a la venta, y realizan pan casero cada día, con la opción de unirse a su taller. El próximo objetivo es ampliarla para dar cabida a cursos de panadería más ambiciosos.
La zona se considera ideal para practicar senderismo, ya que al mismo tiempo que se desarrolla en una naturaleza intacta, se pueden visitar tesoros culturales muy próximos como la Ribeira Sacra, el universo de los castros, los castillos medievales y, por supuesto, degustar la gran oferta gastronómica.
Alojamiento pet friendly, resulta irremediable no detenerse cada día para saludar a los tres burros (Greta, Sancha y Miro) y los dos mastines que allí habitan. Los precios van desde 125 a 255 euros la noche.