Cartagena de Indias, el Caribe culto

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Cartagena de Indias, el Caribe culto

Recorremos los imprescindibles de su casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1984; así como los hoteles, restaurantes y tiendas que hay que visitar.

Cartagena de Indias, la heroica, la bella, la chévere. Con sus hechuras coloniales –“Cuánta España ha quedado por aquí”, escribió Jorge Guillén– y su alma africana, la colombiana es una ciudad con una personalidad y una belleza arrebatadoras, únicas. He aquí algunos de los imprescindibles de su casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1984, ya que “resguardado en una bahía del mar Caribe, el puerto de Cartagena posee el conjunto de fortificaciones más completo de toda Sudamérica. Un sistema de zonificación divide la ciudad en tres barrios diferenciados: el de San Pedro, con la catedral y numerosos palacios de estilo andaluz; el de San Diego, antiguo lugar de residencia de los mercaderes y la pequeña burguesía; y la barriada popular de Getsemaní”, sostiene la Unesco.

El antiguo arrabal de Getsemaní es el barrio de moda. Ya lo recorría todas las noches un joven Gabriel García Márquez: “Bastaba con asomarse por las ventanas para escoger la fiesta que nos gustara más, y por cincuenta centavos se bailaba hasta el amanecer con la música más caliente del Caribe”, relata en Vivir para Contarla.

Foto vista aérea de La Heroica
En la imagen superior, la torre de la Catedral de Santa Catalina de Alejandría despunta entres las bellas casas coloniales del recinto amurallado de La Heroica. Sobre estas líneas, vista aérea de La Heroica, con su puerto en el mar Caribe y los modernos edificios de Bocagrande al fondo. Fotos: ProColombia.

Todavía hoy mantiene su esencia popular, cotidiana, por ejemplo en la plaza de la Trinidad, festivamente ambientada cuando cae la noche con sus puestos de comida, así como su espíritu bohemio, como muestran sus grafitis y arte callejero.

Encontramos también aquí dos direcciones indispensables. El hotel Capellán de Getsemaní (a partir de 200 euros) es la primera, y es que en Cartagena abundan los hoteles pero no todos son recomendables. En cambio este, miembro de la prestigiosa colección de hoteles de lujo Preferred Hotels & Resorts, presenta 30 amplias y elegantes habitaciones cuyo aroma a cítricos es inolvidable. Emplazado en un bello caserón colonial, destaca por la cuidada restauración del edificio, su cálido y esmerado servicio, así como por la privacidad de sus rincones mágicos. No hay nada como después de un ajetreado día, esperar a que caiga el sol desde la piscina de su azotea con unas vistas inolvidables y un cóctel servido en su exquisito Pool Bar.

Foto estilosa azotea del Capellán de Getsemaní
La estilosa azotea del Capellán de Getsemaní con su piscina y su Pool Bar es el lugar ideal donde relajarse al final del día con vistas a la ciudad amurallada. 

Y aunque bien vale la pena su restaurante Clero –donde se disfruta de un fabuloso desayuno criollo, 28 euros por persona–, desde aquí encaminaremos nuestros pasos a otra dirección imprescindible: Celele y su proyecto Caribe Lab. Reconocido como uno de los 50 Mejores Restaurantes del Mundo, en él los chefs Jaime Rodríguez y Sebastián Pinzón presentan una cocina contemporánea basada en la cultura gastronómica y la biodiversidad del Caribe colombiano. Para ello ambos pasaron años explorando la costa de Colombia con el fin de perfeccionar su propuesta antes de abrir sus puertas, conociendo a la población indígena, descubriendo sabores e ingredientes y aprendiendo técnicas ancestrales en peligro de extinción, para así capturar la identidad culinaria de la región. Se trata, sin duda, de un viaje a sabores recónditos, repleto de originalidad, que no deja indiferente. Es imprescindible reservar.

Foto fachada del Hotel Capellán de Getsemaní
Fachada del Hotel Capellán de Getsemaní, en el barrio del mismo nombre, es un espléndido hotel boutique perteneciente a Preferred Hotels & Resorts.

Saldremos de Getsemaní, dejando atrás el parque del Centenario, para adentrarnos en el corazón de la ciudad amurallada. Lo haremos, como tantos antes, a través de la gran Puerta del Reloj. Desde el siglo XVI al XVIII las construcciones defensivas aquí erigidas permitieron resistir los ataques de corsarios piratas, y hoy conservan una arquitectura excepcional que le concede a Cartagena esa aura verosímil pero también mágica, como si la hubiera escrito García Márquez.

Cuando la pisó por primera vez, en 1948, “algo de su gracia divina debía quedarle a la ciudad porque me bastó con dar un paso dentro de la muralla para ver con toda su grandeza la luz malva de las seis de la tarde, y no pude reprimir el sentimiento de haber vuelto a nacer”, concede en sus memorias.

Foto vista aérea de La Heroica
Vista aérea de La Heroica con el barrio de San Diego en primer plano, abrazada por su espectacular muralla, el Mar Caribe y Bocagrande al fondo. Imagen: ProColombia.

La figura del Nobel de Literatura es inseparable de este rincón del Caribe que hizo suyo y donde descansa (en el Claustro de La Merced) para siempre. Aquí se convirtió en periodista –“comerás papel”, le amenazó su padre al saber que ya no estudiaría Leyes–, aquí suceden algunas de sus más célebres novelas –El amor en los tiempos del cólera, El amor y otros demonios, El otoño del patriarca–, aquí queda la casa que le encargó al prestigioso arquitecto Rogelio Salmona. Aquí, en suma, desentrañó el nudo de la soledad.

Curarse de la soledad resulta inevitable en Cartagena. Después de haber visitado sus impresionantes iglesias –el santuario de San Pedro Claver, la catedral Santa Catalina de Alejandría, la iglesia de Santo Domingo–, recorrido sus calles de fachadas coloridas y flores invencibles, haremos paradas en algunas  direcciones indispensables: en Ábaco Libros y Café para hacer una pausa; en La Palettería para saborear un helado de corozo o tamarindo; en el hotel Santa Clara para asomarnos a su claustro y admirar el tapiz Sol de Olga de Amaral de la recepción; en Casa Chiqui, por ser una institución, Artesanías de Colombia y St. Dom para maravillarse con la creatividad ancestral pero también contemporánea de Colombia. Cuando caiga la noche habrá que disfrutar de los cócteles que sirven tanto en El Barón (entre 9 y 23 euros por persona) como en Alquímico (46 euros por persona), elegido el décimo mejor bar del mundo en la última edición de Los 50 Best.