En una ocasión, hace 15 años, el que fuera director del Design Museum de la Tate Modern de Londres, Deyan Sudjic, dijo que “Jean Prouvé inventó la arquitectura high-tech británica. Él dio forma a los trabajos de Richard Rogers, Norman Foster y a toda una generación”. Interesante, porque Jean Prouvé nunca construyó nada en suelo inglés, pero su influencia ha sido fundamental en todo ese vasto universo que cohabita bajo el término diseño. Él era francés, nacido en París en 1901, pero pronto hizo de la ciudad de Nancy su hogar, su cuartel general en el que desarrolló sus proyectos, ideas, destellos de creatividad. De sangre le venía. Su padre destacó en el Art Nouveau galo en la pintura, escultura y grabación y llegó a ser director de l’École de Nancy, muy próximo a las vanguardias que se cocían en aquellos años que proponían formar un ente indivisible entre arte e industria y acercarlo al pueblo, a la gente corriente.
Con este bagaje, Prouvé estudió ingeniería, se afilió a la Unión de Artistas Modernos, esa que rezaba “nos gusta la lógica, el equilibrio y la pureza”, máxima que este herrero de formación mantuvo bullente toda su vida. En 1924 abrió su primer taller en Nancy, ‘Ateliers Jean Prouvé’ y en el 47 erigió su propia fábrica, en Maxeville, un centro del que ‘salían’ esbozos y objetos que abarcaban desde abrecartas, hasta marcos para puertas y ventanas, pasando por piezas de iluminación y mobiliario como sus fantásticas mesas ‘Guéridan’, ‘Compas y Granito’, las sillas ‘Antony’ o ‘Standard’, el gabinete ‘Bahut’, la estantería ‘Rayonnage’ o las oficinas de Air France en Brazaville.

Su mente no tenía límites. Algunos destacados contemporáneos se rindieron a sus creaciones, hablamos de Le Corbusier, Fernand Léger o Alexander Calder. Los ecos del Movimiento Moderno le llegaron al alma y es cuando se introduce más a fondo en los vericuetos de la arquitectura y la ingeniería: acaba la II Guerra Mundial y el Ministerio francés de la Reconstrucción le solicita unas casas en serie para los refugiados.
Pionero en eso llamado “casas” y “elementos estructurales prefabricados”, y curtido en la sabiduría de la ebanistería y las posibilidades del metal, en 1930 ya dio forma a un primer prototipo de vivienda con estructura de metal ligero y elementos de cerramiento intercambiables, precursor de los ‘muros-cortina’, un sistema estructural que aplicó en el seminal ‘Aeroclub Rollan Garros’, en Bud (1935-1938) y luego perfeccionaría en otras intervenciones: las casas prefabricadas de Cascarones en la colonia de Meudon; la casa de Abbé Pierre; la habitación celular del Sahara; las cubiertas sobre apoyos metálicos de la Escuela de Villejuif, el edificio Spa en Évian o grandes espacios bajo este prisma constructivo como la Sala de Congresos de Grenove, la Estación de Servicios Total o los muros-cortina desplegados en la Universidad Libre de Berlín y en las viviendas de La Defense, ya en 1967.

Quizás el ejemplo más personal de la genial utilización de elementos prefabricados sea su propia casa, la Maison du Coteau (1954), que sus seis hijos y su mujer montaron subiendo las piezas por una colina a lomos de un destartalado Jeep del ejército norteamericano. Ligereza, formas y proporciones elegantes, sedosas que se transpiran en el también gran maestro Mies van der Rohe.
El célebre hotelero André Balazs –creador de la cadena Standard– llegó a pagar 3,8 millones de euros por uno de los tres prototipos de la Maison Tropical que diseñó Prouvé, el único que se llegó a construir, allá en la década de los 50 en la colonia gala africana de la República del Congo, en Brazzaville. La mansión fue devastada, desmantelada, sus restos se expatriaron a Francia y se reconstruyó. Las librerías, sillas, mesas, camas y demás piezas de esa colección bautizada como ‘Antonys’ son algunos de los más valorados del siglo XX: tomen como ejemplo que una de sus sillas se puede llegar a vender hoy en día por 40.000 euros, incluso su ‘Kangourou’ alcanzó los 152.449 euros en el año 2001. En 1971, aún apasionado por la labor pedagógica, desempeñó un papel clave en la selección del diseño de Renzo Piano y Richard Rogers para el Centro Pompidou de París como presidente del jurado de la comisión.

Sacando los colores a Prouvé
Vitra, encargada de la exhibición ‘Jean Prouvé’, tiene un larga amistad con los diseños del ingeniero-herrero-, ya que desde 2002, en colaboración con su familia, comenzó a reeditar sus diseños, un mobiliario con una conciencia artística expresado en los detalles, las proporciones, los flujos estáticos, la construcción y el tratamiento y la ejecución del propio material.
El toque final en el tratamiento de las superficies y la aplicación selectiva del color no eran una excepción. De hecho, la exposición itinerante hace especial hincapié en esa paleta de tonos, un objetivo esencial en Prouvé. Su hija Catherine lo deja muy claro: “Mi padre elegía los colores con sumo cuidado, ¡por algo era pintor!”. Es llamativo este sentimiento cromático porque el autor defendía que solo debían pintarse las partes en peligro de corrosión. Por eso dejaba la madera, el acero y el aluminio sin tratar siempre que fuera posible pero al mismo tiempo empleaba los colores para infundir cierta aura a los diseños de sus muebles. Entre sus habituales y favoritos, el Blé Vert (que expresa el color del trigo verde) o el Gris Vermeer, en remembranza de esos velos grisáceos del gran pintor holandés, que ambos se han recuperado y tiñen algunos de sus iconos. La paleta inocula más coloraturas, como el Bleu Marcoulle, que fue desarrollado para un importante cliente del ‘Ateliers Jean Prouvé’; el Bleu Dynastie, que recuerda el óxido de cobalto de la porcelana azul y blanca de la dinastía Ming; o el Métal Burt, que no es un tono propiamente, sino más bien un teñido con un acabado protector para las superficies de acero.

A estos se suman destellos del arco iris clásicos en el catálogo de Vitra. Léase el Deep Black, un negro profundo que se utiliza desde el 2013, el Japanese Red (desde 2006) o el Blanc Colombe, inspirado en el tono blanquecino de las plumas de paloma, realzado con suspiros de gris-beige y amarillo. El iris de los visitantes a esta muestra itinerante que se aposta en Madrid (galería Naharro Petra, del 26 de enero al 9 de febrero) y Barcelona (en el showroom En línea Barcelona, del 16 de febrero al 6 de marzo) se podrá deleitar de la paleta de colores del maestro francés a través de ocho capítulos en los que descubrir desde diseños que no se llegaron a producir, a tonos históricos reeditados y, claro, algunos de sus muebles más emblemáticos entre los que habría que destacar, la silla ‘Standard’ de 1934, que ejemplifica su inquebrantable atención a los requisitos estructurales con esas patas delanteras tubulares en acero; la pequeña lámpara de sobremesa ‘Lampe de Bureau’, en chapa de acero doblado; el sillón ‘Cité’, que amueblaba las residencias de estudiantes de la Ciudad Universitaria de Nancy, sustentado en patas de acero con recubrimiento de polvo y sus anchas correas de cuero a modo de reposabrazos, considerado una de sus primeras obras maestras y que llegó a coronar el propio salón de su casa particular; o la butaca ‘Fauteuil de Salon’, asaltada por reposabrazos de madera maciza y patas de chapa metálica pulida, claro ejemplo de su querencia por la estética estructural.
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1 / 6Cuando Jean Prouvé erigió su propia casa familiar en Nancy la decoró, como era lógico, con algunas de sus piezas preferidas. En el salón, alrededor de la mesa ‘Guéridon’ en roble natural, desplegó tres sillones en tres tonos distintos: ‘Metal Brut’, ‘Clanc Colombe’ y ‘Blue marcoule’. Una atmósfera cálida y relajada ‘rota’ por ese taburete metálico en intenso ‘Japanese Red’.
2 / 6La primera version de la lámpara de pared ‘Petite Potence’ la diseñó en 1940 para su casa de Nancy: una simple bombilla al final de un largo brazo de acero pivotante sujeta por un cable de acero. Puro y functional, se fabricó en diversos tamaños, con un mango añadido en los modelos de más dimensiones para facilitar el movimiento pivotante. El brazo mide 103 cm, con revestimiento en polvo en los colores que atraían a Prouvé.
3 / 6En 1949 desarrolló una de sus mesas más emblemticas, la ‘Guéridon’, como parte del mobiliario destinado a la Universidad de París. Un tablón de madera redonda sustentado por tres patas también realizadas en madera. Práctica, desmontable, ¿se puede pedir más?
4 / 6Sus sillas ‘Standard’ son todo un hito del mobiliario del siglo XX. Concebidas en el año 1934, no pueden ser más sencillas y contagiosas por su estructural belleza, con esas patas delanteras tubulares en acero. Aquí aparecen en toda esa gama de colores tan personales de Jean Prouvé.
5 / 6Es que todas sus piezas son unos iconos… El ‘Fauteuil de Salon’ ejemplifica a las mil maravillas su inconfundible estética estructural. Discreto, se amolda con armonía en cualquier interior de la casa y su amplio acolchado y sus reposabrazos de madera maciza tratada al aceite inoculan una relajante sensación de confort.
6 / 6La ‘Lampe de Bureau (1930) es una funcional y pequeña luminaria de escritoria realizada en chapa de acero que diseñó como parte del mobiliario de las residencias de la ‘Cité Universitaire’ de Nancy.