El artista barcelonés dialoga con el arquitecto modernista de tú a tú a través de la exposición más completa de Plensa que se ha hecho hasta la fecha. “No sólo por el número de obras, más de cien, sino porque están representados la mayoría de escritores que siempre le han acompañado. Hemos ocupado la práctica totalidad del edificio”, matiza el comisario Javier Molins.
La monumentalidad surge en el Antiguo Egipto y en Mesopotamia; y el artista toma el testigo con sus enormes cabezas de mujeres jóvenes. Desde esta semana tenemos la suerte de dialogar con Flora en el cruce del Paseo de Gracia con la calle Provenza. Elegante y discreta, cierra los ojos para hablar con su interior. Sus figuras están distorsionadas como antes lo hicieron grandes artistas de la talla de Giacometti. Sus esculturas tienen el don de conectar con la ciudad y buen ejemplo es Julia, en la Plaza Colón, que se ha convertido en la guardiana de este centro neurálgico de Madrid.

Feliz con esta inauguración en su ciudad, desvela que es “Gaudí quien me ha ayudado musitando palabras”. La exposición estaba pensada antes de que se la encargaran para la Pedrera. “Los museos suelen ser hospitales y aquí todo fluye porque hay un diálogo extraordinario”, añade.
Al entrar en La Pedrera, una mano gigante –la del artista, aumentada hasta cuatro metros– con el gesto de dar la bendición cuelga en el primer patio interior. Tras subir las escaleras sinuosas empieza el banquete de Plensa, lleno de la sabiduría de quien lleva cincuenta años buscando la belleza a través de la palabra. “La poesía es el eje de cualquier comunidad”, sentencia el artista mientras recuerda una cita que le dijo el poeta José Ángel Valente: “La memoria es más vasta que nuestros recuerdos”.

Pasear a sus anchas entre su legado, que dialoga a la perfección con el genial arquitecto modernista, implica darse cuenta de que no quiere engrandecer a Gaudí, sino dejarle descansar: “La Pedrera es la botella del mítico arquitecto y ahora estamos abriendo el mensaje”.
Una enorme cortina de letras del Cantar de los cantares sirve de telón para entrar en el Universo Plensa. “No tengan miedo de traspasar las letras. Si se estropean se pueden reponer. Cuando yo era niño e iba a comprar con mi madre recuerdo que me encantaba jugar con las cortinas que tenían los comercios para ahuyentar a moscas y mosquitos. Aquí varía el sonido pero el concepto es el mismo”.

Recupera “Sleep no more”, su homenaje a Macbeth de Shakespeare, vuelve a plantar el Bosque de Lilliput y defiende que toda la obra es suya porque intenta “guardar todo lo que puede”. Además, si las jóvenes que esculpe se llaman Flora, Carlota o Carmela, también descubrimos su propio rostro en las dos esculturas encaradas que bautizó como “Green self portraits”.
Antes de subir a la azotea recomienda caminar entre planetas en “Talking continents”. Los diálogos del terrado entre las fantasmagóricas chimeneas y las cabezas de Plensa tienen el cielo mediterráneo como marco inconfundible.
La exposición permanecerá disponible hasta el 23 de julio. Las entradas ya están disponibles (12 euros por persona) a través de La Pedrera.